09/11/2020

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Estábamos en una librería: Un enorme libro llamaba mi atención, en cuya portada podía verse la figura de una lechuza blanca, la luna llena y un caserón semejante a un castillo.

Pese a su grosor, el precio del libro era relativamente bajo: Unos S/ 35 aproximadamente.

Pero mi madre me decía que no podíamos gasta más de S/ 15, así que me veía obligado a comprar otra cosa, decantándome por unas revistas de historietas, entre las cuales estaba un cómic de Batman, cuyas reducidas dimensiones en comparación de los libros me daban engañosamente daban la impresión de un precio mucho más reducido, quedándome sorprendido de comprobar que su precio era de S/ 96.

Por tal motivo, también esa compra tuvo que ser descartada, acercándome a un mostrador donde se encontraba un sonriente vendedor de edad imprecisa: Detrás de él, habían unos estantes con varias revistas de Condorito, preciadas entre S/ 8 y S/ 10, pareciéndome que iluso había un paquete que contenía varias revistas a un precio bastante bajo, razón por la cual me decidí por la compra del mismo, haciéndoselo saber al vendedor.

—Muy bien, señor—Me decía ese hombre, sin dejar de sonreírme. Pero no hacía nada, ni tomaba el dinero que había dejado en el mostrador, ni tampoco me alcanzaba las revistas que quería comprar, sonriéndome como un estúpido mientras yo esperaba una reacción de parte suya.

—Quiero esas revistas—decía yo.

—En seguida, señor—Me decía el hombre, sin dejar de sonreír. Pasaban los segundos, y él seguía sin hacer nada, tan sólo sonriéndome y mirándome fijamente.

Por fin, su sonrisa comenzó a exasperarme, dándome la impresión de que se estaba burlando de mí.

Su inmovilidad y la estúpida sonrisa en su rostro eran exasperantes, pidiéndome que esperase solo un momento cada vez que le dirigía la palabra.

Empecé a perder la paciencia, reclamándole en voz alta por sus actitudes de la que los demás vendedores en la tienda parecían ser cómplices, sonriendo de la misma manera robótica. Yo aseguraba que nunca más volvería a comprar en esa librería, afirmando que me iría sin comprar nada, y el vendedor seguía sin reaccionar, todavía sonriéndome estúpidamente.

Ya ni siquiera me pedía esperar un momento más, sólo sonreía y me miraba fijamente sin pestañear siquiera, y yo sentía deseos de dejar la librería, pero mi sueño culminó antes de que yo pudiese cumplir con mi amenaza.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora