『En su pecho crece una tristeza terrible, pero sus labios brillan de dulzura.
No sabrás cuando querrá huir o correr a tus brazos, si te abandonará o te pedirá que te quedes a su lado
Su mirada puede ofrecértelo todo o dejarte sin nada...
Porque solo...
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Pequeños pliegues de seda y algodón de largos telares de color rojo, un lindo Yi* de color púrpura junto a una delicada faja de lúcido color blanco esa gama de colores vividos se arrastraban por el suelo de manera sigilosa, pues la pequeña princesa de apenas 10 años de edad había escapado de la fiesta de cumpleaños de su primo
—¿Jiàoshòu*?— su garaganta soltó aquellas palabras a través de su boca que hicieron eco en los pasillo del palacio
Intentaba averiguar el paradero de su serio maestro que no apareció en la fiesta, y que podría ser el único que la devolviera sin excepción de regreso a la celebración que aún se desarrollaba en el gran salón principal del Palacio
Como era costumbre su enorme cola de plumaje albino se deslizaba como corriente de agua sobre el piso de mármol gris, elegante y sutil junto a sus pasos descalzos que no le importaban la sensación gélida del suelo. Sus cabellos largos que había soltado de su peinado inicial hace mucho se enredaban y esparcían por su pequeño cuerpo.
Era la única que caminaba por aquellos pasillos desolados y silenciosos, mientras tarareaba una melodía abstracta; subía las escaleras hasta aquella zona prohibida. Ese pequeño santuario que tanto adoraba y donde para ella siempre se hallaba la magia
—¡Ah!—al abrir la puerta se detuvo en seco al ver a su maestro mirarla directamente
—Siempre ilícita a las ordenes de su Majestad...—suspiró al ver la menor jugar con sus dedos
—Lo siento...—murmuró, igual al maullido de un gato somnoliento
—Haa~ los fuegos artificiales serán lanzados pronto...—el mayor palmeó el asiento junto a él
Y como siempre este se hacía cómplice de sus travesuras, ayudándole a sentarse en aquel cómodo y gran banco. Mientras está se apoyaba en el marco de la ventana abierta como fiel súbdito la grulla acomodó los grandes telares de la princesa para que no se arrugaran
Tomando camino a la salida en pleno silencio mientras el primer destello de color reventaba en el cielo, antes de poder abandonar el lugar
—Jiàoshòu* sé que aun soy inmadura... pero, voy a esforzarme lo haré para ser una emperatriz digna a la que puedas servir.—sus ojos escarlata brillante reflejaban las explosiones del cielo
Reflejando un destello singular en estos como si el interior de su alma reventara en colores de diversos tamaños, su pequeña figura era cubierta por las luces efímeras del cielo y la tenue brisa que filtraba por la ventana removía sus desordenadas hebras albinas
—Princesa...— giró su cuerpo a su llamado, notó un par de labios moverse. Una mirada aturdida y acomplejada junto al finalizar de una delicada sonrisa...
