XI Capítulo: ¡Soy tu maldito príncipe! ¡Tu futuro Rey!

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Los siguientes días luego de aquellos brutales azotes no puedo describirlos. Pase dos días en la cama sin querer salir y en el tercero Dannha me ayudó a ducharme, claro, que al principio trato de ir directo a mi pene pero terminó incada sufriendo las convencias de no obedecer mis ordenes y Rakj termino su trabajo.

Al estar listo sali de mi habitación para tomar mis clases de mala gana, sin ánimos aparentes, comencé a realizar un cuestionario y a medio camino de terminarlo miré a la institutriz sonriendo perverso.

Señorita D'mic —, ella me dio una cálida sonrisa.

¿Si, su alteza?—Susurro esta suavemente.

¿Puedo hacerle una pregunta?

Tienes solo dos consultas, con esta pierdes una—, dijo dejando de lado su libro de literatura para darme una mirada cargada de atención.

En realidad tengo 16—, ella frunció el ceño y elevó una ceja.

No, solo 2—, yo negué nuevamente dejando mi bolígrafo de lado.

Tengo 16, pues, no he preguntado nunca cuando me hace una prueba y en total he reunido 16 consultás—, eleve levemente mi labio en una especie de sonrisa torcida.

Principe... Yo—, ella frunció el ceño, quizás sintiéndose inútil o al menos así lo pensé en ese momento y lo seguí haciendo.

Usted nada, Le pagan por estar aquí ¿No? Y enseñarme ¿No es así?— Sentía esa monotonía en mi voz, siendo frío y calculador con cada cosa que decía. La verdad es  que en ese momento me sentí el puto amo, la maestra se retorcía del nerviosismo cada vez que estaba cerca mío o cuando de mi boca salían palabras cargadas de "un aura oscura" como solía decirle Rakj a Dannha a mis espaldas.

Todo lo que pasaba en aquella casa siempre yo terminaba por enterarme, como que baba pensaba que era un demonio y la verdad no estaba tan alejado de la realidad. Aún así debía mantener un poco calmado mis impulsos y esperar a que él viejo se relajará. ¿Que si le tenía estima? No o quizás si... Tal vez solo sentía respeto por el hombre. Me levanté caminando hacia la  profesora y acaricie uno de sus perfectos rulos, ella parecía temblar—. Es usted hermosa y muy adictiva señorita D'mic.

—Gracias, su alteza, ahora por favor vuelva a su asiento—. Comenzo ella a balbucear nerviosa por mi toque en su mejilla, baje lentamente mi dedo a su yugular sintiendo su acelerado pulso. Podía ver cómo pequeñas gotitas de sudor estaba en su frente, ladino retire mi dedo.

¿Que tiene, señorita D'mic? ¿Se encuentra bien?— Susurré suavemente cerca de su rostro. Ella cerro los ojos nerviosa respirando con mucha dificultad y aquello para mi ¡Era tan excitante! Ella trago saliva y solté una risa floja, aún no hablaba, no me respondía y molesto sujete su cuello—. Le he hecho una pregunta, señorita D'mic—. El brinquillo que pego la joven maestra me envió una punzante oleada de ¿Diversión? No sabría describir lo que le sucedía a mi cuerpo.

Suelteme, suelteme, príncipe se lo implo...—Aprete mi agarre y pude ver cómo lágrimas en sus ojos se comenzaba a acumular.

Le hecho dos consultas, señorita D'mic, no me las ha respondido—. Ella balbuceo nerviosa que no podía respirar y que la soltara por favor. Yo llegue apretando mucho más mi agarre y ella chillo. Yo reí, nadie la escucharía, nadie vendría su rescaté, tampoco era que le estuviera haciendo nada malo, solo me divertía—. Dígame, señorita D'mic ¿Es usted virgen?— Sus ojos se cerraron fuertemente y lágrimas bajaron por sus mejillas.

Sueltame, me asfixia ¡Auxilió!

Nadie va a escucharte y nadie va a creerte... ¿Entiendes?— En los ojos castaños de mi maestra pude apreciar ese entendimiento de que estaba jodida y debía someterse a un niño, un príncipe, un ser superior a ella porque así lo quería—. Voy a soltarte y te quedarás sentada, si llegas a huir para difamar en mi contra terminarás encarcelada o aún peor muerta y nadie te creería—. Ella comenzó a negar y la solté sin más, se quedó quietecita entendiendo en el embrollo que se había metido y me senté a su lado—. Ahora responde... ¿Eres virgen?

—Lo soy...—Susurro tan delicado que sentí una especie de anheló que jamás había sentido. Ella ahora era mía y de nadie más—, por favor no me hagas daño, déjame ir, eres un niño, un... ¡Un demonio!— Me levanté furioso dándole una abofetada y ella chillo nuevamente.

¡Soy tu maldito príncipe! ¡Tu futuro Rey!— Vosifere molesto y ella brinco. A mis 9 casi 10 años sudomisaba a diestra y siniestra ¿Y quien podía detenerme? Exacto, nadie...  la maestra se fuese día con la mejilla sonrojada, una buena paga y dejó sus bragas en mi mesa de estudio. Sonreí ladino viendo mi nueva adquisición—. Nos divertiremos mucho, señorita D'mic.

Ll.

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