-No me puedo creer que hayas llegado hasta este punto -espetó el padre de Abby.
Se encontraban los dos en el despacho acristalado del comisario, al que casualmente conocía el inspector Benet. Éste se lo había dejado prestado para que pudiese discutir en privado con su hija.
-En un principio entendía tu comportamiento. Los psicólogos decían que era normal. Pero se acabó. No pienso seguir consintiéndolo.
Abby estaba sentada en unas de las sillas negras que había enfrente del escritorio con la cabeza gacha. No quería dirigirle la mirada a su padre porque sabía que tenía razón. Ella no era así. A veces podía ser un poco alocada, pero conocía los límites. Sin embargo, no encontraba la manera de aplacar ese dolor que aún seguía sintiendo en el pecho.
-¿Me estás escuchando Abigail? -su tono de voz era duro.
-Sí, inspector Benet -dijo Abby aún sin levantar la mirada. Le parecía más fácil seguir mirando el suelo que enfrentarse con el rostro de decepción de su padre.
-¡Basta!
El golpe a la mesa que acompañó al grito la sobresaltó. Nunca lo había visto tan furioso. Dirigió sus ojos a los de su padre y pudo ver su enfado y crispación.
-¡Estoy harto de tus insolencias!
-Lo siento -se disculpó Abby en su susurro y volvió a bajar la cabeza. Estaba cansada y lo único que quería era estar de vuelta en su habitación. No deseaba más peleas o gritos por parte de su padre.
Éste inspiró profundamente por la nariz y se volvió hacia la puerta para abrirla.
-Vámonos -dijo en tono seco esperando a su hija.
Abby se levantó, con los tacones negros en una mano, y antes de salir su padre la detuvo para pasarle por encima de los hombros la americana que traía consigo. Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla, la cual el inspector no llegó a ver. Abby pensó que su padre intentaba ocultarla de los ojos de los demás porque se avergonzaba de ella. Sin embargo, lo que buscaba era acercase a su hija, pero no encontraba la forma.
Se encaminaron hacia la salida ante la atenta mirada de algunos, entre ellas la del agente Mateo que aún seguía sorprendido. No llegaba a creerse que aquella niñata fuese hija de uno de los mejores inspectores del país.
El padre de Abigail guió la caminata hasta que se detuvo a pocos metros de la comisaría delante de un Fiat 500 L negro.
Abby ya se lo estaba imaginando y empezó a negar con la cabeza rápidamente.
-Te llev...- comenzó a decir el inspector pero su hija lo interrumpió.
-¡NO! -gritó Abby con todas sus fuerzas-. ¡Ni lo sueñes!
Su padre intentaba controlarse y no levantar la voz en plena calle, pero no lo consiguió.
-¡¿Cómo tienes el descaro de hablarme así?! ¡¿Debo recordarte en qué lío te has metido?!
-¡No pienso ir a casa con tu amante! -le espetó su hija.
Sin saber lo qué podría haber sucedido, una mujer morena interrumpió la escena saliendo rápidamente del coche.
-Alejandro, tranquilo -lo calmó la mujer cogiéndole del brazo.
El hombre cerró los ojos con fuerza para después soltar un gran suspiro.
-Abigail, vas a irte a casa con Sara mientras que yo me ocupo de los problemas que has ocasionado -le habló serio a su hija retándola con la mirada.
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Entre Policías
Teen FictionCumples dieciocho años y el verano acaba de empezar, ¿cuál sería la mejor manera para estrenarlos? ¿Celebrar una fiesta de cumpleaños por todo lo alto e invitar a Rihanna para un concierto privado? ¿Qué tus padres te compren un coche de gama alta o...