Me impresiona la rapidez con la que las cosas cambian, de pronto algo que parecía ser tan bello, puro y real se oxida y pasa a ser algo imperfectamente doloroso, con engaños, cosas ocultas; y dos personas que solían formar el mejor equipo del mundo pasan a ser rivales. No se debería tratar de quién le puede hacer más daño al otro pero a veces parece que así es.
No juzgo ninguna de las dos posturas porque las entiendo, no puedes dar algo que no recibes, no puedes dar amor y recibir indiferencia y estar como si nada. Cualquier relación crece con tiempo de calidad pero si ni siquiera es algo que te nazca hacer entonces el asunto eventualmente va a dejar de fluir.
No me gusta creer que así es el ciclo de las cosas, empezar como algo precioso y terminar con un desinterés horrible, ignorándonos el uno al otro pero todo apunta a que así es. La distancia física apesta pero es soportable, sabes que eventualmente se acortará y hay maneras de amenizarla pero, ¿qué haces con la distancia emocional? no puedes tomar un autobús y llegar al destino que deseas, no es así de fácil.
Siento que hay océanos en medio de nuestros corazones, siempre he sido consciente de que tú y yo somos muy diferentes pero ahora no se siente como una discusión que vaya a resultar enriquecedora para ambos, más bien se siente como si tu orgullo y el mío fuesen dos muros que construimos más altos cada día. ¿A qué estamos jugando? ¿A ver quién aguanta más ignorando al otro? ¿A ver quién puede ser más frío y cortante con el otro? Porque si es así desde ya me declaro perdedora.
Odio sentir que solo yo lo noto, que solo a mí me afecta tu falta de interés pero es que así lo demuestras, te juro que daría todo por meterme un día en tu cabeza y saber cómo piensas y entenderte pero luego me digo a mí misma que ni siquiera debería intentarlo porque al final no me sirve lo que sientas sino lo que me demuestras.
Ser honesta conmigo misma, no intentar justificarte y ponerme a mí antes que a ti son cosas básicas que debería hacer pero que me cuestan demasiado. Estoy harta de tener la misma conversación de siempre donde te digo cómo me siento con tus acciones, tú me dices que trabajarás en ello y que me entiendes, estamos bien por un rato y caemos en lo mismo.
Algo que está quebrándose puede repararse o dejar que se haga añicos, y me duele ver que solo parezco yo quien quiere reparar lo que tenemos pero una lección muy grande que me estás dejando es que solo porque algo está roto no significa que necesita ser reparado.
Por eso escribo esto, porque sé que jamás me leerás y es mi manera de entender lo que está pasando. No quiero perderte y me encantaría que llegaras a mi casa con flores a decirme lo mucho que me quieres y las ganas que tienes de que lo nuestro prospere; me gusta pensar que en tus noches de insomnio ideas maneras para ganarte mi corazón aunque ya lo tengas y que te sientes agradecido por tenerme en tu vida, por haberme conocido y por haber coincidido; pero seamos honestos, tú no funcionas así.
Yo me pregunto, ¿en qué momento comenzó el principio de nuestro fin? ¿acaso fue cuando nuestras llamadas pasaron de durar horas a minutos? ¿o cuando en tu insomnio preferías hacer cualquier cosa menos hablar conmigo?. ¿En qué momento dejé de ser tu primer pensamiento por la mañana? Dime, ¿cómo fue tan fácil para ti encontrar un reemplazo de mí? Solo quisiera que fueras capaz de extrañarme como yo lo hago.
¿Y qué hago con todo lo que me dijiste? No puedo solo borrarlo de mi memoria, pero el cambio tan drástico que tomó nuestra historia me hace pensar que ni siquiera fue real. ¿Recuerdas la promesa que nos hicimos de nunca decirnos algo que no sintiéramos? ¿Acaso las demás promesas que me hiciste también fueron falsas?
Tengo mil preguntas en la cabeza, preguntas a las que honestamente prefiero no hallarles respuesta aunque en el fondo la conozco. Tal vez, simplemente, siempre estuvimos destinados a tener un final.