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La eriza más pálida tenía una sonrisa victoriosa en sus labios, mientras compartía el té en una mesa en los jardines del castillo, junto con la ardilla.

— ¿Entonces me dice usted que Amy quiso llevar los cuatro baldes sola? Vaya, eso sí es dedicación. —Comentó extrañada por la rara actitud de la nueva, llevando el té a sus labios cuales comenzando a tomar de a poco.

— ¡Lo sé! Aquella muchacha es tan extraña, ni se quedó con el puesto de trabajo y quiere colaborar con los que haceres de la casa. —Exclamó con una sonrisa ladeada en sus labios, al menos sabría que aquella molesta y patética eriza, que era como una piedra en el zapato, iba a dejar de molestar.

Pero aquella sonrisa se le desapareció en tan solo unos segundos, cuando pudo ver la silueta del lord en su caballo con... Aquella señorita.

¿Qué estaba haciendo esa incompetente con el Lord? Casi rompió la manija de la pequeña taza de té de la rabia al verla bajar con una sonrisita de imbécil del caballo, ayudada por el gran Lord.

Si será falsa.

— Buenos días, mi Lord. —Se apresuró a acercarse habiendo casi tirado la taza de té por la mesa, lo cuál hizo sacarle un pequeño grito de susto a la ardilla— Disculpe usted que me entrometa pero, ¿Qué sigue haciendo esa aquí? —Preguntó con una sonrisa completamente forzada, tenía tantas ganas de darle una cachetada a la otra rosada entrometida.

— Su nombre es Amy, señorita. —Arqueó una ceja por su tan extraño comportamiento— Y se quedó con el puesto de trabajo. ¿Acaso usted no se enteró?

Casi se desmaya ahí mismo.
Aquella estúpida le había mentido.

— No, la verdad. Verá, mi señor, me ha mentido diciendo que no se había quedado con el puesto de trabajo. Espero y no haya sido tan descarada para mentir en su entrevista, ¿Verdad? ¿Sabe usted que ella no tiene estudios? —Trató de soltar en una forma amable, pero la otra rosada podía notar como todo lo soltaba de una forma tan venenosa.

Gracias al de arriba no había mentido en la entrevista de trabajo.

— Claramente, estoy informado de ello. No veo una razón lógica a su comentario de todas formas. —Añadió con una voz gruesa, su mirada fría se clavó en los ojos de la que estaba haciendo un escándalo, intentando que dejara esa actitud digna de una niña pequeña.

Pero no lo logró.

— Eso que confirma que usted, mi lord, fue capaz de aceptar a alguien que ¡No tiene estudios! ¿No se supone que debería contratar a gente, no lo sé, capaz? Mírela, no pudo ni traer los cuatro baldes de agua que se le encargaron.

— Usted no debe y no tiene el derecho de cuestionar las decisiones del Lord. —Apareció la ardilla por detrás, ya con el vestido seco, pues se le había manchado por el té que derramó la contraria— Si él la aceptó, por algo fué. —Intentó cortar aquel tenso ambiente, pero simplemente no era buena para ello— B-Bien, ¿Por qué no me acompaña al pozo y llenamos los baldes de agua de una vez, señorita Rosy? —Se agachó para tomar los baldes y enseñarlos con una sonrisa nerviosa.

— No. Le ordeno personalmente que usted vaya, llene los baldes en el pozo más cercano que sé que conoce, y los traiga antes del desayuno. —Habló personalmente mirando a la de tez más pálida con frialdad— ¿Correcto?

— ...Claro que sí, mi Lord. —Aceptó con la mirada en el suelo y se fué con los baldes en mano.

No sin antes dedicarle una mirada de profundo odio y rencor a la otra rosada.

— ¡Qué bien que están todos aquí! —Apareció la coneja mayor por la gran puerta— El desayuno está servido, pase, mi Lord.

El antes mencionado simplemente asintió en silencio, a paso firme y calmado comenzó a ir hacia el comedor.

El Lord ‹Sonamy›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora