El día antes del juicio, Jughead y Betty disfrutaban de un sueño reparador en la calidez de su penthouse. La noche era fría y oscura, pero dentro de su refugio, el calor de sus cuerpos se entrelazaba, creando un pequeño oasis de confort. Se aferraban el uno al otro, buscando ese calor desesperante que les daba seguridad en medio de la incertidumbre que se avecinaba. Sin embargo, la tranquilidad se rompió de manera abrupta cuando un estruendo ensordecedor resonó en el aire, el sonido inconfundible de un vidrio rompiéndose.
Despertaron de inmediato, el corazón latiendo con fuerza en sus pechos, y en un instante de pura adrenalina, saltaron de la cama y corrieron hacia la sala de estar. Al llegar, se encontraron con una escena desconcertante: el ventanal que daba al balcón estaba hecho añicos, los fragmentos de vidrio esparcidos por todo el suelo como si fueran estrellas caídas. Betty se llevó una mano a la boca, atónita, mientras sus ojos se abrían como platos.
Cerca del sofá, una piedra del tamaño de una pelota de béisbol yacía, inmóvil y aterradora, como si hubiera sido arrojada con una furia indescriptible.
—¿Qué carajos...? —preguntó Jughead, su voz temblando ligeramente por el estado de shock. Estaban en el último piso del edificio, La pregunta que se agolpaba en su mente era abrumadora: ¿cómo era posible que algo así hubiera sucedido?
Betty se agachó para recoger un fragmento de vidrio, sus dedos temblorosos casi lo tocan antes de que Jughead la detuviera.
—No, Betts, espera —dijo, su voz tensa—. Podría haber más de lo que parece.
La mirada de ella se encontraba fija en la piedra, el rostro enmarcado por la luz tenue que entraba por los restos del ventanal.
—¿Quién haría algo así? —preguntó, tratando de mantener la calma, pero la inquietud se filtraba en su tono.
Jughead miró hacia el balcón, donde el aire helado parecía entrar de golpe, trayendo consigo una sensación de vulnerabilidad.
—No lo sé, pero debemos llamar a la policía. Esto no puede quedar así.
Con un movimiento rápido, Betty se dirigió al teléfono fijo junto a la puerta principal, sus manos aún temblando mientras marcaba el número de emergencias. Jughead, por su parte, comenzó a inspeccionar el área, cada paso consciente de que algo más podía estar sucediendo.
Mientras esperaba, Betty pensaba en el juicio que se avecinaba. La presión que sentían ambos aumentaba, y ese ataque repentino les recordaba que estaban en el centro de algo mucho más grande de lo que habían anticipado. El ruido de sirenas empezó a sonar a lo lejos, un alivio momentáneo en medio del caos.
—¿Crees que esto tenga que ver con lo que está pasando? —Betty finalmente expresó lo que ambos temían, su mirada fija en Jughead.
Él asintió, su mente ya corriendo hacia las implicaciones.
—Es posible. Si alguien está tratando de intimidarnos, significa que están más desesperados de lo que pensábamos.
En ese momento, llamaron en la puerta principal y dos oficiales de policía entraron, alertas y listos para evaluar la situación. Betty se sintió un poco más segura al ver a los agentes, pero la preocupación seguía acechando en el fondo de su mente.
Mientras relataban lo sucedido, Jughead miró por el ventanal destrozado, sintiendo que la noche fría había traído consigo más que solo un simple incidente. Había un mensaje en todo esto, algo que resonaba profundamente en su instinto.
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❈Daddy❈ |EN EDICIÓN|
RomanceA veces, el destino nos juega cartas que no podemos ignorar. Jughead trató de reprimir lo que sentía por aquella chica, convencido de que era un error dejarse llevar. Pero en el momento menos esperado, una broma inocente -ella llamándolo "Daddy" en...