CECIANA PLOHT
—Kiara...— Una voz apenas audible pero desesperada me llamaba—. Vamos Kiara, despierta... Por favor.
Mi hermana me sacudía con fuerza.
—¿Qué... Qué ocurre...?—Apenas abrí los ojos todo empezó a girar a mi alrededor—. ¿Kora?
Ella estaba enfrente de mi. El pánico en su mirada me indicaba que algo no estaba bien. Me incorporé y enseguida me arrepentí, el dolor de cabeza era impresionante. Sentía como si me fuera a explotar.
—No hagas mucho ruido— ordenó mi hermana—, se escuchan unas voces allá afuera. No sé dónde estamos pero podríamos estar en peligro.
Hice un recorrido rápido con mi vista, el mareo ya se me había pasado pero el dolor de cabeza aún estaba presente. Estábamos en una habitación de piedra, alumbrada por antorchas colgadas en las paredes. Cortinas verdes tapaban el hueco de una ventana en forma de diamante haciendo juego con las sábanas negras de lana de la cama. Todo se veía viejo y rústico, salvo por ese espejo de cuerpo completo que tenía un marco de... ¿Oro? Si, sin duda era oro, podría distinguirlo aún si estuviera tuerta.
El chirrido de una silla arrastrándose en el suelo hizo que tanto mi hermana como yo miramos hacia la puerta de madera de la habitación. Lentamente, y con cautela, nos acercamos a ella. Voces enojadas se escuchaban en el pasillo. No podía identificar lo que decían así que, a pesar de que los brazos me dolían como nunca, la abrí. Según yo, lo había hecho con delicadeza para no hacer tanto ruido pero ésta soltó un pequeño chirrido. Temí por qué fuera escuchada, aguardé un momento, nada pasó. Cuando hubo el suficiente espacio entre la puerta y el marco como para que cupieramos mi hermana y yo, salimos hacia el pasillo.
El pasillo era oscuro y húmedo. Muchos cuadros de copas lo adornaban. Las voces venían de la puerta de enfrente. En puntillas nos acercamos hasta ahí. Casi ni quería respirar, sentía que podían escuchar hasta mis pensamientos. Me acerqué a la ranura de la puerta para poder ver a través de ella.
Pude ver un estudio. Un ladeado y viejo librero hasta el fondo y delante de él un escritorio negro. En realidad era un simple estudio, no tenía nada de sorpréndete, salvo porque en el se encontraban un fauno y un centauro muy familiares.
—Lo mejor será manterlas ocultas— habló Milton—. Por más que le busquemos, los tres sabemos que la mejor opción es que nadie sepa de ellas.
—Ya ha pasado demasiado tiempo, ¿No crees que el rey pueda dar por alto su origen?— Ese era Berto, me quedaba claro, ya que se había puesto delante de mi única fuente de vista y ahora su trasero era todo lo que veía.
—Lo que hicieron sus padres es algo que jamás olvidará el rey.
<<¿Mis padres?>> <<Pero, ¿qué tenían que ver ellos en todo esto?>> Pensé. La mirada confusa de mi hermana me confirmaba que ella pensaba lo mismo.
Se produjo un silenció en el estudio. No podía verlos pero sentí sus ánimos decaer por un momento, como si la nostalgia de un mal recuerdo los agobiara.
—Pero la profecía, Milton—rompió el silencio Berto moviéndose, para mí fortuna, y así pude ver al fauno—, tal vez si se la enseñamos al rey, podría reconsiderar las cosas.
—Eso será inútil—negó con la cabeza su amigo—, lo intentamos con nuestra aldea, ¿Y cómo y terminó eso, eh?— su mirada bailaba entre la tristeza y la furia—. El rey no va a creer en los sueños de un simple fauno. ¡Sería una locura!
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The Lost kingdom: Caminos Secretos
FantasiaHabía una vez en un reino muy, muy, muy lejano.... No, ¿saben qué? Eso no me gustó, iniciemos de nuevo. Había una vez unas pequeñas, dulces e inocentes princesas, que tuvieron una aventura llena de magia, peligros, mucha muerte y destrucción, había...