[único]

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El sonido ensordecedor de disparos yendo y viniendo de aquí para allá que reverberaban en la estancia debieron aturdir a Jongin sobremanera, pero no fue así. Kim Jongin estaba acostumbrado a este movimiento, desde los quince años, cuando había decidido involucrarse en ello. Unos cuantos disparos no le iban a hacer temblar.

—¡Baekhyun, ¿quieres hacer el favor de cubrir a Chanyeol?! —espetó Sakura desde atrás de Jongin.

—Que se cubra él solo —respondió Baekhyun encogiéndose de hombros, luego vio la despiadada mirada que le lanzó Jongin, para así rodar los ojos y proceder a cubrir a Chanyeol antes de que alguien le volara los cesos—. No me pagan lo suficiente por este trabajo.

—Literalmente eres el tesorero, te pagas a ti mismo, y sumas cuantiosas si me permites decirlo —repicó Sakura, probablemente pensando que a ella sí que le pagaban poco para soportar a Baekhyun—. Jefe-nim, tenemos a Nakamura justo donde lo querías, está al final del pasillo, puedes ir, nosotros cubriremos tu espalda.

Jongin asintió sin decir una palabra, pero con una mirada que le indicaba a Sakura que, como siempre, había hecho un gran trabajo. Sabía que podía caminar sin problemas por ese pasillo lánguido con la cortina de tiros ondeando en todas las zonas, confiaba en su equipo, y confiaba ciegamente en su Jefa de Estrategias.

La oscuridad cernía el pasillo, pero Jongin no tenía miedo, sólo tenía que entrar allí para negociar, de lo contrario, esta noche agregaría un muerto a su larga lista. Era así, siempre era así.

Jongin caminó directo al lugar en donde sabía que estaba escondida su presa, pero sus pensamientos no estaban allí, Jongin miraba a todas partes, topándose con algunos de sus hombres enfrentar al otro bando, pero la intención del barrido de su mirada estaba enfocado en encontrar a una persona. Sabía que él estaba allí, porque al igual que Jongin, era la cabeza de una mafia.

No se vislumbraba aquel cabello rojo fuego por ningún lado y se estaba empezando a desesperar, prácticamente estaba peleando por lo mismo, él debía estar en ese lugar, ellos debían toparse fuese como fuese.

Cuando Jongin abrió la puerta encontró a Nakamura amarrado a la silla, amarrado con ese cordón especial que sólo sabía anudar Sakura. La chica estaba entrenada para ello, apenas tenía veinticinco años pero era la maestra del disfraz, además de ser buena estratega. Nakamura estaba allí, mirándole con miedo, esperando tembloroso a que Jongin decidiera actuar. Era justamente lo que pretendía hacer.

Pero cuando quiso hacer o decir algo, D.O cayó literalmente del techo inyectando el factor sorpresa y apuntándole directamente con su pequeña arma pero no por eso menos letal.

Bueno, aquí estaba. Jongin suspiró aliviado.

—¿Creíste que sería tan fácil, uh? —inquirió el hombre, con esa voz ronca y esa mirada ceñuda que a veces le imposibilitaba a Jongin actuar con inmediatez—. Si Nakamura no es mío, no va a ser de nadie.

—Eso seguro sonó mejor en tu mente —le respondió casual, mientras se movía sigilosamente por la oficina hasta sentarse en el único sofá que estaba allí.

—No estoy jugando, Kai —repicó el otro, lleno de rabia—. Sabías que quería hacer negocios con Nakamura, sabías que él venía exclusivamente a verme a mí y aún así llegas con todos tus perros y lo amarras de esta forma. ¡Maldita rata de alcantarilla!

Jongin se echó a reír al ver al calmo y siempre estoico D.O perder la tranquilidad que le caracterizaba para hacer las cosas. Perderla por asuntos que le competía Jongin.

—Primero que nada, buenas noches, D.O —le dijo para picarlo aún más, para que perdiera más la compostura—. Y bueno, respondiendo a tu acusación, sí, lo sabía, pero a mí también me parece genial la idea de hacer tratos con Nakamura.

Small Doses → KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora