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Hola. Probablemente no me conozcas. Pero deja que me presente. Mira, yo soy ese chico que se cruza todos los días contigo en la misma calle. Esa calle tan fría. Ese que pasa a tu lado como si de un fantasma se tratase. Con la mirada fija al suelo, pero observando de reojo como caminas fugazmente por mi lado. Solo quería escribirte aquello que mi timidez no me deja decirte. Recuerdo la primera vez que te vi. Era un día como otro cualquiera de diciembre. Hacía mucho frío. Y yo llegaba tarde a mi casa. Así que decidí tomar un atajo. Cosas del destino. Y allí estabas tu, al fondo de la calle. Era invierno, pero aquel día la primavera decidió adelantarse por el estampado de flores de tu vestido. Olías a azahar. Y en mi estomago se declaró una guerra de nervios. Un escalofrío recorrió mi espalda, clavando mis pupilas en tus labios, gritándote nuestro primer beso. Quise hablarte, y decirte que tenías la cara más bonita que yo he llegado a ver. Pero tan solo me quedé en silencio. Como el resto de la calle. Tenías una sonrisa de esas que hacen que salga el sol en el día más nublado. Y claro, era imposible no soñar con besarla. Desde entonces no ha pasado un día en el cual no lo sueñe. Día tras día paso a tu lado. Por si me miras. Aunque sean un par de segundos. Salgo de mi casa convencido de vencer por fin a mi vergüenza, y decirte que quiero conocerte. O besarte. O pasear de tu mano. O hacerte feliz. O decirte lo bonita que eres. O un poquito de todo eso. Pero sigo sin ser capaz. Me encantaría que supieras todo esto. Pero realmente no se si te entregaré esta carta. Tal vez algún día la leas. O la leamos juntos. Puede también que esta carta se pierda por algún cajón de mi habitación. Sea como sea, chica, si el destino existe es por sonrisas como la tuya.

Poesía para días grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora