III. Sumisión

7.4K 485 42
                                    

Genial. Mi noche no podria haber empeorado ni aunque tuviera un manual de las Leyes de Murphy a mano.

Malfoy fue al pub donde trabajo. Malo.

Trate de seducirlo para obtener mas propinas. Malisimo.

Casi soy abusada sexualmente en un callejon por uno de sus acompañantes. Brutal.

Malfoy me busco, me dio su pañuelo, su abrigo y me esta acompañando a tomar un taxi. Ironico.

Simplemente falta que una lluvia torrencial aterrice sobre nuestras cabezas, que un meteorito caiga sobre mi pie, o que me incendie por combustion espontanea. Miro al cielo, la noche esta despejada, no hay meteoritos a la vista; y tengo demasiado frio como para prenderme fuego de la nada. Bufe con fastidio; cuando uno necesita un terremoto, un agujero negro que te lleve a otra dimension, o incluso un rayo que te parta en dos, nada de esto sucede. Tipico. Pero dicen que si todo sale mal, puede salir aun peor. No veo como esto pueda empeorar, y tampoco quiero averiguarlo.

Trato de caminar al ritmo de él; pero es sencillamente imposible, no tiene piernas, parece que tuviera rueditas. No camina, se desliza; y yo siento que tengo las piernas cortas y que el oxigeno me abandona con cada zancada que tengo que dar para poder seguirle el paso. Tengo frio, estoy usando su saco; que por cierto es de una tela muy suave y huele a menta.

Lo estudio un momento, mientras mi cerebro trata de idear nuevas catastrofes para empeorar mi noche. Si no hubiera hablado, con aquel cabello negro no lo hubiera reconocido ni aunque un cartel con letras de neon brillara en su frente. Le sienta bien el negro. Ha cambiado, la ultima vez que lo vi, fue antes de irme, en la batalla; y era un delgaducho cobarde de cuarta ataviado por ideales vacios y genocidas. Ironico; ahora parecia mas adulto, su cuerpo ya no era delgado y desgarbado, podia ver el ondear de sus musculos bajo su camisa, y sus manos eran mas grandes, con dedos largos. Me sonroje, por las absurdas ideas que cruzaban mi mente mientras lo estudiaba. Aunque deberia aprender a ser mas disimulada a la hora de observar a alguien porque su voz me descoloco y sobresalto a partes iguales.

-¿Te gusta lo que ves? - siseo con esa arrogancia tan marca él. Bufe. Y estaba a medio camino de fruncir mi ceño, cuando una idea brillo ahi en mi caotica mente. Sonrei de lado.

-Bastante- dije, y avance tres zancadas; pero él ya no estaba a mi lado. Se habia quedado parado atras. Tieso, inmovil; con una mueca extraña en su rostro. Mezcla entre repugnancia e incredulidad. Baje la mirada avergonzada, quizás por fuera estuviera cambiado, pero por dentro parecia el mismo idiota de siempre, con su pureza de sangre y blablabla.

-Tu tampoco estas tan mal- dijo al fin, provocando que levantara la mirada sonrojada, para chocar de lleno con su pecho a centimetros de mi nariz. Eleve mi cabeza para mirarlo a la cara, y alli estaba. Esa estupida sonrisa socarrona llena de arrogancia, petulancia y muchos adjetivos malos que finalicen en "ancia". Sacudi mi cabeza, negando suavemente.

-Tu no cambias, hurón.- le dije al fin girando para seguir caminando. Realmente me estoy congelando, mi abrigo y camisa rota, su saco me cubre hasta medio muslo, pero mis piernas siguen desnudas.

-Y tu sigues siendo la misma sabelotodo que se mete en problemas todo el tiempo- dijo a mi espalda, logrando que cada vello de mi cuerpo se erizara por la cercania.

-Mira, te agradezco que me buscaras; pero soy lo suficientemente mayor para defenderme sola, no te necesito- le dije frenando y quitandome su saco; definitivamente no habia cambiado para nada, y realmente me estaba cabreando.

-¿Acaso eres estupida o te haces?- Pregunto con rabia mal disimulada, agarrandome de los hombros- Te insinuas a hombres en un pub por propinas, estuviste a punto de ser violada. Fuiste golpeada, y si yo no hubiera llegado quien sabe que mas te hubiera pasado. ¿Eres consciente de eso? ¿Donde esta la leona que se vanagloriaba de mandonear y poner a su lugar a todos? A todo esto ¿Donde mierda tienes tu varita?-Su voz iba en ascenso, y la realidad de sus palabras me golpearon como un puño.

30 escalones al ParaisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora