"Corre"
Era el único pensamiento que se le venía a la mente a Hinata Hyuga. No encontraba la noción de tiempo y espacio en un lugar como este, ni siquiera sabía cómo llegó; de un abrir y cerrar de ojos se encontraba corriendo en los pasillos de un gran palacio que no parecía tener fin. Aun así, debía continuar.
El miedo irracional de ser atrapado se acrecentaba con cada paso. Quien quiera que perseguía a la Hyuga se acercaba cada vez más. Hinata nunca había experimentado tal presencia, tal poder; la propia existencia de un ser con semejantes poderes era una cosa fuera de este mundo.
Los pasillos se volvían oscuros; lo que alguna vez fueron pilares de gran lujo y esbeltez ahora se resumieron en palos viejos y gastados, a punto de ceder a la presión del techo para derrumbarse. Hinata podía escuchar como su persecutor los demolió con su sola presencia.
La niña se empezaba a cansar, pero la figura no cesaba en velocidad. Esos profundos puntos verdes se hacían más grandes, hasta poder visualizar la forma de los ojos. A pesar de la distancia considerable, la Hyuga podía sentir la intención de este extraño sujeto. Nada de misericordia, vanidad o anhelo había ahí; más como si fuera humano fuera una marioneta a la orden de su titiritero cumpliendo el movimiento que le pida. Eso era lo único que veía la criatura, el objetivo.
Y su objetivo era matarla.
Ella lo sabía, y por eso, a pesar de su temor, curiosidad y cansancio, no se detuvo ni un segundo, con la mínima esperanza de una milagrosa huida del horripilante lugar. En el fondo, era consciente que era fútil, esa criatura lo único que hacía con ella era divertirse, jugando con la presa antes de ser devorada por las fauces del león. No, Hinata supo que no era verdad, no lo hacía con ese objetivo. Eso no era de los que se divertía persiguiendo a su víctima por placer, no se tomaría las molestia de alargar algo por intenciones propias.
Lo hacía para causar desesperación. Ese sentimiento de impotencia de saber que, sin importar que tanto corras o intentes huir de lo que te persigue, no será más que esfuerzo vacuo, inútil y agonizante para un destino marcado; el saber, que sin importar lo que haga, esos vacíos orbes verdes nunca la abandonarían.
Aun así, eso no haría detener a la Hyuga. Incluso si la esperanza era mínima, incluso si eso intentara hacerla retroceder y afrontar algo marcado, ella haría lo posible para desafiarlo. Muchos dirían que correr es lo opuesto a desafiar a alguien, pero cuando las intenciones de un objetivo es el que te rindas de correr, lo mejor que puedes hacer es mantenerse corriendo el mayor tiempo posible, desafiando las propias reglas del juego. Muchos confunden una batalla perdida a perder una batalla.
Pero el cuerpo de Hinata llegaba a su límite. Ya se podía deslumbrar todo el rostro de la criatura, con su completa indiferencia más que en el cumplir el fin propuesto. Debía continuar, pero incluso con su persistencia, Hinata tenía el conocimiento que mantener el ritmo que requería se estaba volviendo imposible, sin importar toda las ganas que intentara ponerles a sus agotadas piernas.
Pero la Hyuga no se rindió, y eso llevó a frutos. Una luz cegadora apareció en el fondo del corredor, marcando la salida. Sin dudarlo, con lo último de sus energías, la heredera del clan dio un sprint, más rápido de la velocidad anterior. Ella no miró atrás, esperando que pudiera ser perdida de vista por ese monstruo por lo menos unos segundos. La chica desconocía la proximidad de la criatura en distancia a ella, solo espero que fuera lo suficientemente lejos. Hinata por fin lo vio, una gran puerta con la luz enmarcada en todo clamor; cubriéndose los ojos la atravesó.
Pero para desgracia de la Hyuga, solo era la salida para un gran risco, sin lugar a donde ir. Hinata casi se cae, solo fue por su reacción que desarrolló entrenando en su estilo de combate que pudo realizar un freno improvisado con sus manos, a pesar de generar muchos rasguños sangrantes. Se alejó un poco del risco, mirando la profundidad de este. Ni siquiera se lograba alcanzar el fondo de dicho escenario, lo que solo daba la certeza de una caída de muerte segura.
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El Hollow de Konoha
PertualanganLos espadas están muertos, la guerra del invierno terminó acabando con cada uno de ellos. Sin embargo, no es el final de la historia. Tras reencarnar en el alma de la heredera Hyuga, veamos como la cuarta espada del ejercito de Aizen influencia en l...