8. Tal vez vaya al infierno por esto.

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-¡Ya te dije que fui a montar!

-Si mal no recuerdo la ultima vez que dijiste eso empezaste a reír y confesaste que estabas haciendo... eso -me cruzo de brazos.

Una carcajada sale de su boca haciéndome enojar más.

Aparecen unas pequeñas arrugas a los lados de sus ojos verdes, sus pestañas son largas y rizadas, su cabello castaño se mueve con el viento. Hay unos leves raspones en sus brazos los cuales deben ser por todo el tiempo que pasa en el bosque o montando.

No puedo decirlo, me sabe incorrecto hacerlo, como si temiera que alguien me escuchara. Y Keith siempre se aprovecha de ello para hacerme enojar.

-Bueno tal vez si estuve haciendo esas cosas, pero luego de eso fui a montar...- me mira a los ojos- a montar a caballo en el bosque.

-¿Con quién fuiste?- pregunto molesta.

-¡Relájate, Elissa!

Relajarme.

Eso es algo que un monarca no se da el lujo hacer tan seguido.

-Keith, ¿que no entiendes que me carcome la cabeza pensar en donde estas todo el tiempo?

Hace una mueca- No tienes porque preocuparte por mi- suspira- Sé cuidarme solo.

Niego- Mi poder es nulo ante el Vaticano, si descubren tu secreto...

-No lo harán- me interrumpe y parece molesto-No van a enterarse y si lo hacen me dejaras a mi suerte. No tienes que preocuparte por mi.

-¡¿Con quien estabas?!- insisto.

-¡¡Eso no te incumbe!!

Por más que me duela, tiene razón.

Eso no me incumbe y estoy segura de que saber su secreto me mete en problemas a mi también, es mejor hacerme la desentendida con el asunto.

Me quedo en silencio, dejo de mirar a Keith y camino unos pasos hacia el lago. Con apenas las puntas de mis zapatos tocando el agua.

En el arbusto junto a mi se para un pequeño colibrí.

No recuerdo quien me lo dijo, pero desde niña creía firmemente que los colibríes eran mensajeros de Dios. Definitivamente no se ven todos los días, y cuando lo hacía siempre me daba la impresión de que algo bueno iba a pasar.

-Amor, felicidad y belleza- dice Keith.

Siento como se coloca junto a mi, puedo sentir que no está molesto, espero no equivocarme.

-Era lo que siempre decías cuando eras niña, ¿no? Hablabas de mensajeros o algo parecido.

Asiento aún mirándolo al ave.

Como sus alas se mueven con tanta rapidez, como acerca su pico a una de las pequeñas flores violetas en el arbusto. Es tan... pequeño y frágil.

-Estuve con una mujer- confiesa de pronto- no te preocupes.

-Si alguien te ve con un hombre no podré hacer nada por ti en cuanto el rumor llegue al Vaticano- dejo de ver el ave para girarme hacia mi hermano- Van a matarte y lo peor es que yo deberé estar en primera fila viendo tu cabeza rodar.

-Sabras que morí haciendo lo que quise- responde sin mirarme- No te sientas culpable si no puedes hacer nada por mi un día, tampoco te pido guardar el secreto, aunque lo rebeles no voy a dejar de quererte.

-¿Crees que sería capaz de rebelarlo sabiendo que van a asesinarte?- frunzo el ceño.

Keith no responde, se queda mirando el agua frente a él. Parece estar ocupado en su propio mundo.

Tomo su barbilla y lo obligo a mirarme.

-¿Crees que sería capaz de eso?- pregunto de nuevo.

Me duele que dude de la lealtad que le tengo. ¿Cómo podría traicionar a la única persona que me ama con la misma intensidad que yo a ella?

-Creo que no te culparía si no entiendes que me gustan los hombres tanto como me gustan las mujeres- se libera de mi agarre pero no deja de mirarme- Ni siquiera yo lo entiendo, sé que está mal, pero... no se siente mal al estar ahí, se siente mal si me resisto.

-No sé que decirte al respecto.

Es extraño pensarlo. Mi hermano es una persona buena pero llevo años escuchando del Vaticano como estas cosas son un pecado imperdonable y como Dios no toleraría algo así.

-Lo que tú y todos quieren decir es; estar con una persona de tu mismo genero es el pase directo al infierno- dice haciendo gestos y ademanes fingiendo ser alguien más-Dios no va a perdonarte nunca, eres un...

-Keith, yo jamás te diría eso.

-Decirlo, pensarlo... ¡como sea!- da una mirada rápida a la corte como asegurándose que no haya guardias rondando y luego regresa a mi-Sé que te molesta, no tienes que negarlo. Así sea porque crees que un hombre debe estar con una mujer o porque te preocupas porque nadie me descubra.

Descubrí el secreto hace meses.

Entré a la habitación de Keith sin tocar la puerta. Era de mañana, no creí que estuviera con alguien, lo más probable era que no me abría la puerta porque estaba dormido y yo debía despertarlo. Mucho menos pensé que con quien estaría sería un chico.

Si bien mi hermano es guapo y tiene muchas conquistas en la corte y el pueblo, no sabía que también tenía conquistas de el mismo genero.

Fue algo difícil de asimilar. Keith creyó que iba a delatarlo.

No, yo no podría hacer eso. Prefiero a mi hermano vivo, ¿estoy mal también yo?

Cada noche rezaba intentando comprender lo que pasaba, sabía que mi deber era decir lo que sucedía con mi hermano, pero no quería. Era algo extraño de ver, de pensar, pero... solo se repetía una y otra vez en mi mente que lo que hacía o no feliz a mi hermano no debía importarme mientras no afectara a terceros.

Tal vez yo también vaya al infierno por esto. Pero no lo sé; Dios obra de maneras misteriosas, y a pesar de que los hombres solemos atribuir nuestros defectos a Satán, creo que cada uno es responsable de sus propias decisiones.

Me han dicho que el único que puede juzgarme es Dios, pero hay que admitir que todos vamos haciéndolo con todos los que nos rodean a diestra y siniestra.

No puedo juzgar a Keith, no a alguien que amo, y mucho menos si no le ha hecho daño a nadie.

-Me gusta mucho esa doncella, y lo digo en serio. Tal vez quiera hacerla mi esposa- se revuelve el cabello con su mano- No significa que mis gustos hayan cambiado, pero creo que ya encontré con quien quiero pasar el resto de mi vida. Para mi suerte y la felicidad de todos, es una mujer.

-Si tú eres feliz yo soy feliz, sea con quien sea- le ofrezco una sonrisa de lado-Lo digo de corazón.

-Si, lo sé- me regresa la sonrisa- Después de tantos años sé cuando mientes- dice haciéndome reír- Sé que lo dices en serio.

Me acerco rodeándolo con mis brazos. Recargo mi mejilla en su hombro y él rodea mi espalda con sus brazos.

Los abrazos de Keith son como un momento de paz, algo que me hace pensar que estoy en un lugar seguro. Y que si existe alguien que me ama incondicionalmente.

Por un instante aire es más puro, el sol es más cálido, su corazón suena más de prisa pero me es tranquilizante ya que es un recordatorio de que sigue junto a mi.

-¿Vas a casarte?- pregunta de pronto.

-Escuchaste todo en la junta, ¿cierto?

-Los túneles secretos de la corte son mi especialidad, no iba a espiar, solo quería saber si estabas ahí-ríe y se separa un poco para verme- Luego escuché que le gritaste a todos y yo no podia perderme de esa maravillosa escena.

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Nota de la autora:
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Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora