❈Daddy❈ |EN EDICIÓN|

•Capitulo 9•

Las cosas en el apartamento se habían vuelto notablemente tensas, casi como si un hilo invisible estuviera apretando el ambiente a su alrededor, creando una atmósfera densa y cargada, incluso Mary podía sentirla.
Habían pasado dos días desde aquel episodio incómodo que dejó huellas en su relación, y, sorprendentemente, ninguno de los dos había mencionado nada al respecto. Era como si ambos estuvieran atrapados en una burbuja de incomodidad, cada uno haciendo todo lo posible por evitar el contacto visual y las interacciones que solían ser tan naturales entre ellos.

Se sentía como si un muro invisible se hubiera levantado entre ellos, y cada vez que coincidían en algún rincón del apartamento, la presión de las palabras no dichas y de los pensamientos reprimidos se hacía más palpable, envolviéndolos en un silencio incómodo que no parecían saber cómo romper.

Jughead, en particular, se encontraba atrapado en un torbellino de emociones, una mezcla de vergüenza y frustración que lo consumía por dentro. La imagen del momento que había llevado a esa tensión lo perseguía; su mente no podía dejar de reprocharle su imprudencia. "¿Cómo se le ocurrió intentar besarla después de todo lo que había pasado?" se cuestionaba, sintiéndose cada vez más frustrado consigo mismo por su falta de control.

Era una pregunta que lo atormentaba, una que no podía dejar de repetir como un mantra en su cabeza. Sabía que había sido un acto impulsivo, un momento de debilidad que no solo había puesto en riesgo su amistad, sino que también había alterado la confianza que habían construido poco a poco con el paso de las semanas.

La confusión lo invadía, y no podía entender cómo había comenzado a mirarla de una manera tan diferente, como si los sentimientos que no sabía que estaba cultivando, hubieran salido a la superficie tan repentinamente. Era una sensación extraña y casi ridícula, como si todo lo que había sentido hasta ahora hubiera sido un espejismo.
Con el peso de esos pensamientos aplastándolo, decidió que necesitaba un escape, una forma de liberar la tensión que le oprimía el pecho. Sin pensarlo dos veces, se dirigió al gimnasio, convencido de que el ejercicio podría servirle como una válvula de escape.

Mientras corría en la cinta, sintió cómo el sudor comenzaba a deslizarse por su frente, llevándose consigo un poco de la ansiedad que lo consumía. El ritmo de su corazón se aceleraba, no solo por el esfuerzo físico, sino por la necesidad urgente de alejarse de esos recuerdos y de la posibilidad de volver a intentarlo. Se concentró en la música que sonaba en sus auriculares, en cada golpe de sus pies contra la superficie de la máquina. A medida que se sumergía en su rutina, comenzó a sentir que la carga emocional se aligeraba, aunque no del todo. Aun así, la imagen de Betty, con esa mezcla de sorpresa y confusión en su rostro, seguía rondando en su mente, negándose a desvanecerse.

"Tal vez esto no sea suficiente", pensó, con una punzada de frustración. Pero en el fondo, sabía que tenía que enfrentar sus sentimientos, de alguna forma. Ignorar lo sucedido en definitiva no era la opción más madura, y su mente daba vueltas en torno a cómo podría encontrar el coraje para abordar el tema sin que la incomodidad se interpusiera.

La única pregunta que lo atormentaba ahora era: ¿cómo hacerlo sin romper la frágil paz que habían logrado mantener? Esa duda se estaba convirtiendo en una sombra en su mente, un recordatorio de que el silencio podía ser tan dañino como las palabras no dichas.

Finalmente, al llegar a casa, con un suspiro resignado, dejó las llaves del auto en la pequeña mesa junto a la puerta, un gesto que había repetido tantas veces que se había convertido en casi automático. A medida que entraba, la luz suave de la luna se filtraba a través de las ventanas, creando sombras largas que danzaban en las paredes, llenando el espacio con una calidez que parecía contrastar con la tensión que llevaba consigo.