𝐕𝐈𝐃𝐀.

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El minutero de su reloj se detuvo en seco. O quizás fue su propia racionalidad, rompiendo todos y cada uno de sus esquemas. Sus brazos se habían ceñido a la forma de su pequeño cuerpecito, acunándolo con sumo cuidado, sin siquiera permitirse la licencia de ejercer un solo movimiento. Su mirada aún le estudiaba de cerca, olvidándose del hecho de que un par de lagrimas se habían derramado, bañando su mejilla. Con los ojos humedecidos, volvió la vista hacia Raquel, quien se encontraba en una capa de sudor, de un cansancio irremediable. Se sonrieron. Los dos sumidos a aquella sensación de felicidad instalada en la boca de su estomago.

Obligándose a tragar saliva en repetidas ocasiones, Sergio consiguió encontrar oxigeno del que tirar en aquel instante. Ajeno a la realidad.

-Emm, hola, Andrés... soy, bueno... Sergio...tu pa-pa.-Titubeó sin dejar de mirarle ni por un segundo. Se había propuesto contemplar los movimientos del bebe, cada respuesta que el pequeño pudiera ejercer. Se había pasado aquellos nueve meses entre las entrañas de sus libros, calculando sus posibles comportamientos. Siempre anteponiéndose a cualquier variable. Pero lo que se le escapó de las manos fue aquel pequeño gesto. Andrés había cerrado los ojos de golpe, aferrándose al pulgar de su padre con fuerza, como si de un salvavidas se tratase. Y por un acto de puro instinto, Sergio le estrechó contra su pecho desnudo, enfundándole el calor del que precisaba.

Como un acto involuntario, Sergio serpenteó sus dedos por su mejilla, con extrema suavidad, maravillado ante sus acciones. Porque el pequeño había sonreído con inocencia al descubrir la calidez de sus brazos, propios de un padre. Y él solo pudo echarse a llorar en silencio una vez más. Porque sabía que tenía los ojos de Raquel. Un mundo en el que se había perdido y aún no había encontrado salida.

Totalmente absorto en los movimientos que Andrés realizaba, Sergio se adentró en aquella espiral de sensaciones, hasta tal punto que ni siquiera se había percatado de que la propia Raquel había acabado cerrando sus parpados, sumiéndose a un sueño reparador. Se acercó a ella lentamente, quizás ejerciendo una leve presión al mantener a su hijo contra su pecho. La contempló durante lo que le pareció una eternidad, alternando la mirada entre ella y el pequeño. Tenía claro que... aquella sensación que se había agolpado en su pecho, era de una completa satisfacción. Y a esas alturas estaba dispuesto a admitir que por fin podía saborear la felicidad de los labios de Raquel, de aquella manita que se agarraba con firmeza a su dedo. Y era como si un par de rayos de sol se hubieran colado entre aquella tormenta que le había durado toda la vida.

Sin pensárselo mas de dos segundos, se inclinó sobre ella, estudiando su respiracion, su expresión, algo mas relajada que hacía unos minutos. Dejó sobre su mejilla una caricia que pronto le supo a poco, pues sus labios se dirigieron a su sien, en un acto instintivo.

-Voy a ocuparme de él ahora, pero antes de que puedas echarme de menos, estaré aquí para cuidarte, mi vida. Te-te quiero, Raquel.

Los minutos pasaban lentos entre aquellas cuatro paredes. Sergio se había pasado la mayor parte del tiempo ocupándose de las necesidades primarias del pequeño. Desde limpiarle el cuerpecito con suavidad, estudiándolo todo, hasta cubrirle con un pequeño pijama. Se habían sonreído incontables veces. Y se había atrevido por fin a dejar un beso sobre su sien en el preciso instante en el que se hubo dormido por completo en sus brazos.

(...)

Volviendo a aquella habitación aun sumida a la calidez de la isla filipina, Sergio se apoyó justo al borde de la cama, analizándola. A Raquel. Y la realidad era que su vista aún seguía empañada, por la fina capa de lagrimas que amenazaban con sobresalir. Quizá por aquella razón no había sido consciente de que Raquel había abierto los ojos, reencontrándose con su figura.

-Hola...-Murmuró somnolienta, restregándose los mismos mientras una sonrisa se escapaba de entre sus labios.

-He conseguido dormirle. Espero que aguante así un rato antes de que vuelva a pedirte el pecho.-Informó decidiéndose finalmente por darle tiempo y espacio. Debía estar agotada, pensó.

-Ven anda-. En un movimiento rápido, Raquel consiguió hacerle un hueco, el suficiente para que los dos pudiesen tocarse la piel. Sentir sus respiraciones acompasarse.

-¿Se-seguro que estás bien así? Quiero decir que... si quieres puedo quedarme mejor en la esquina...

Pero Raquel fue quien acalló su entrecortada voz, en un beso urgente, en el que Sergio pretendía besarle los labios despacio, y en el que por el contrario Raquel, se moría por devorarle la boca. Fue entonces cuando él buscó su lengua, batallando. Y es que aun no se acostumbraba a ella en todo su esplendor. Tampoco pensaba hacerlo.

-Y oye... ¿Qué era eso que me querías decir antes?-En busca de oxigeno, Raquel acabó por despegarse de su aliento, ahora entremezclados. Instintivamente, Sergio había llevado sus dedos hasta su mejilla una nueva vez, acariciándola, con suavidad. él suspiró, buscando las palabras, con una sonrisa en los labios que Raquel había antes probado.

-¿El que exactamente?

-Eso. Y sabes perfectamente a que me refiero.

-Ah, si, tienes toda la razón. Perdóname...-La miraba, con adoración, con su respiración chocando con la suya, pudiendo percibir al humedecerse los labios, su sabor. Rozó su nariz a sabiendas que El Profesor se había quedado en el Banco de España, siendo Sergio Marquina el que guiaba su cabeza. Así que se lanzó, sin reparos.- Te quiero, Inspectora.

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Hola!! Siento mucho haber tardado tanto en actualizar, no era mi intención, pero me he visto envuelta en un montón de trabajos, exámenes de la uni, etc. Así que bueno, hay ciertas partes en el capítulo que aún no me convencian pero no quería darle muchas vueltas así que a estas alturas espero que os haya gustado. Podéis dejarmelo en comentarios. Un kiss!

𝗜𝗠 𝗪𝗜𝗧𝗛 𝗬𝗢𝗨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora