• CAPITULO 29 •

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>Evan<

—¡No me toques!, ¡Hueles feo y estás sudado! —Corrí por el cuarto para que Ramiro no me abrazará después de hacer un poco de ejercicio, se la pasaba riendo intentando atraparme—. ¡No, Ramiro!

Me atrapó estrujándome entres sus brazos y pecho sudoroso, yo grité molesto intentando quitar su cuerpo del mío.

—¡Guacala!, Ramiro, ahora voy a oler a chango —Parecía divertirse demasiado con mi situación—, no me quería bañar.

—Pues ahora lo harás apestoso —Algunos días, cuando se sentía bien, hacía ejercicio para supuestamente no perder su figura tan rápido— y te hacía falta, traes arañas en el cabello.

—No es cierto, ya estaba listo.

—Un short mío y una playera ¿rota? —Negó con una sonrisa, él había hecho su maleta un día antes y yo lo dejé a la hora.

—Sí, era un nuevo glamour.

No tenía nada parecido a trajes de baño, así que tenía que hacer esa compra llegando a la playa, la verdad no sabía que había empacado Ramiro, pero no podía estar de fisgón entre sus cosas. También guardé muy bien las cosas del hámster porque se quedaría al cuidado de mi hermana, lo podíamos llevar, aunque no quería tener esa responsabilidad en el viaje, fue demasiado papeleo por mi condición que hacer uno más me hubiese vuelto loco.

Un par de días atrás nos hicieron demasiados estudios que salieron con resultados muy a nuestra capacidad, por lo que nos dieron la autorización de ir al viaje, aun así teníamos que acatar muchas cosas molestas.

—Te toca —Salió Ramiro del baño, secando su cabello y bien vestido, combinado, cosa que no era muy usual.

Me bañé rápido, estaba nervioso o emocionado y la verdad no podía aclarar mis sentimientos o poner en orden todo lo que pasaba en mi cabeza.

Me di la vuelta y observé el moretón que estaba en mi cadera, dolía tocarlo, pero ya comenzaba a desinflamarse. Para qué nos autorizaron el viaje tenían que hacernos un examen en la médula ósea, literalmente te metían una aguja gigante en la cadera.

Ese día yo estaba muerto de nervios y Ramiro más tranquilo, a él ya le habían practicado eso antes, pero a mí no, o no estaba consciente en su totalidad, hubo un par de segundos donde me arrepentía del viaje y por no poder llevarlo como alguien normal, apuesto que las personas normales no se hacían mil estudios para ir unos días a la playa.

Había llevado más de cien procedimientos a lo largo de mi vida, pero aquel ganó entre muchos otros, al principio no le vi el problema de no hacerlo bajo un sedante, pero cuando las agujas comenzaron a aumentar de tamaño entendí por qué lo hacían así siempre.

Ya había pasado un poco de tiempo, así que ya podía estar con más libertad de la que tenía al principio, tanto así que recurrí a una silla de ruedas que después nos quitaron por un accidente en el pasillo.

—¿Carreritas? —Íbamos por un dulce de la máquina, compitiendo por quién era el más hábil manejando y haciendo maniobras—. ¿De aquí a la máquina?

—No, no deberíamos jugar con esto —Salí del elevador y sostuve la puerta para que él saliera.

—¿Por qué no?, ¿Tienes miedo a que por fin te gane en algo?

—¿Tú ganarme?, Ramiro, qué ingenuo eres.

—Altanero y miedoso, con quién me fui a meter...

—Con alguien con quien no volverás a coger si sigues así de llevado —Le di un golpe en el brazo mientras andábamos por el pasillo—. ¿Qué tendré si te gano?

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora