Capítulo 34

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Sus ojos verdes, oscuros en este momento, se posan en Mike, luego en mí y suelta un silbido.

—Eso se ve mal. —apoya su cadera en el marco de la puerta.

¿Cómo ha llegado aquí?

Mi estado de shock crece. Mike tose y un fino hilo de sangre sale de su boca, un gemido sale de mis labios.

—No t-te quedes ahí parad-do, ayúdame. —tartamudeo.

West estira su cuello y mira mis manos llenas de sangre todavía apretando la herida.

—¿Por qué lo haría? —hace un mohín.

Mi boca se abre pero no salen más que jadeos. Mis lágrimas caen sin parar y puedo sentir que mis mocos están cayendo por mi nariz.

—Por favor, haré lo que sea. Necesito que me ayudes a llevarlo a un hospital. —ruego.

La mirada de West sigue indiferente, la situación no le afecta en absoluto. ¿Por qué lo haría?

—Necesito más que un "haré lo que sea", y sugiero que seas más creativa, no tiene mucho tiempo. —señala el cuerpo de Mike.

Me doy cuenta que Mike cerró los ojos. Mi pulso va tan rápido que me puede dar un ataque de pánico o un paro cardíaco. Llevo una mano a su cuello y vuelvo a respirar cuando noto su pulso débil sobre mis dedos.

Levanto mi cabeza y miro a West con furia y desesperación. Esto es de vida o muerte, no estoy para sus juegos.

—Gracias por tu ayuda, pero no puedo y no quiero ofrecer nada más. No soy un objeto. Si no quieres ayudar, vete. —digo entre dientes.

West esboza una sonrisa.

—Pensé que harías lo que fuese para salvar a tu familia, se ve que me he equivocado. Tú no matas por tu familia, tú matas porque te gusta. —saborea sus palabras.

Ignoro sus estúpidas palabras y paso una mano por debajo de los hombros de Mike y otra por debajo de sus rodillas. Trato de levantarlo pero me es imposible, su peso es superior a lo que pueden cargar mis delgados brazos.

Grito frustrada. Uno de esos gritos que son como un desgarro en tu corazón. Ese grito es de culpa, porque si hoy le pasa algo, será toda mi culpa.

Voy a perder a la persona que amo.

West me empuja bruscamente y alza a Mike en sus brazos. La remera que presionaba la herida de Mike cae en mi cabeza. Pequeñas gotas de sangre gotean en el suelo. El chico de ojos verdes empieza a caminar hacia un coche estacionado justo en frente de la casa. West para en seco y se voltea con el ceño fruncido.

—¿Piensas venir o qué? —inquiere.

Mi cuerpo y mente reaccionan, me levanto del suelo en un movimiento rápido y los alcanzo. West coloca a Mike en los asientos traseros y yo me subo en el asiento del copiloto mientras sostengo la remera en su herida.

—Sujétate. —avisa West mientras acelera haciendo chillar las llantas del coche.

Mi cuerpo se pega más al asiento y chequeo de nuevo su pulso, aún está ahí. Una leve capa de sudor cubre todo su rostro y quejidos de dolor salen de su boca cuando West pasa por un que otro pozo.

Cuando veo el camino noto que el hospital queda para el otro lado. Me limpio mis lágrimas para ver mejor y hablo:

—No estamos yendo para el hospital.

—Que inteligente. —bufa sarcástico —No, no estamos yendo al hospital, estamos yendo a la casa.

Frunzo el ceño.

El club del pasillo 66 #1 ✔️ En ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora