¿Oyes eso? Son latidos, que retumban y mueven el suelo como al caer un meteorito, o como el sonido envolvente de la campana de una iglesia a intervalos regulares.
¿Hueles eso? Es la esencia del deseo y la esperanza, que impregna la atmósfera y convierte a los seres unidos en una fuerte díada con nombre propio.
¿Sientes eso? Soy yo, cuando empiezo a ver las estrellas al caer la penumbra repentina, y clama a las constelaciones para liberarnos del castigo que conocemos como la distancia, que me atormenta, imaginando miles de futuros inciertos y metas que ignoro si se van a cumplir.
Dos almas se conectan a través de la estrella más grande y luminosa, y hace que los kilómetros no impidan que implore por tener a ese corazón acaramelado latiendo junto al mío.
Sólo son kilómetros que se pueden recorrer; sólo son años que se pueden vivir, que se pueden pasar con nada más ser perseverante y romper el silencio.
Sin embargo, aunque no me sé rendir, la impaciencia y las inseguridades me torturan, y me odio a mí mismo por poseer antivalores tan destructivos, queriendo disculparme constantemente por la intensidad de mis pasiones escritas y la fuerza con la que quiero quererte, pues sólo tengo una razón para seguir, y otras diez que la impulsan a ser.
Diez horas.
Diez horas para mirarte a los ojos.
Diez horas para cambiar esta vida.
Diez horas que romperán la barrera de líquido cristal.
Diez horas para demostrar lo que valgo.
Diez horas que no parecen ser suficientes.
Diez horas para regalarte sobrecargas de amor.
Diez horas que parecen cercanas.
Diez horas...
Mis razones no tienen razones para alejarme de ti.
Y en la historia que cuento, soy el héroe que salva el mundo, y tú, la damisela con la que quiero quedarme; ¿qué somos ambos en tu historia, y cómo termina?