Capítulo 14

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A la mañana siguiente, Saimon despertó con Anita dormida plácidamente entre sus brazos, sonrió sin poder evitarlo, la imagen se le hacía descabellada, él, después de todo lo sucedido con su difunta esposa, había dormido abrazado junto a una mujer, algo que con la madre de Serena solo hizo un par de veces, realmente nunca estuvo enamorado de ella, solo fue un matrimonio por conveniencia, aunque se esforzó en conocerla e intentar que su relación funcionase, incluso llegó a quererla, pero todo terminó cuando descubrió que su hija, realmente no era suya.

En su día, al descubrir ese hecho, su primer impulso fue matar a la bebé, la cual apenas tenía unos meses de vida, ni siquiera había empezado a gatear, pero al ver a la niña sonreírle y alzar sus brazos para que la cogiera, él no pudo hacerlo, y la pequeña Serena solo reía al estar en brazos de su padre, el cual cuando la separó un poco para mirarla a la cara y decirse a sí mismo que ella no era suya, que era fruto de una de tantas infidelidades, fue sorprendido al sentir como la pequeña acariciaba sus mejillas y, posteriormente, dejaba besos babosos en su mejilla izquierda.

No pudo, sencillamente no pudo, aunque no compartieran la misma sangre, para la bebé en sus brazos él era su padre, y aunque biológicamente hablando no era cierto, él haría que lo fuera, esa pequeña no tenía por qué pagar por los pecados de sus padres, ella sería su princesita, la cuidaría y amaría como su auténtica hija, pues tenía claro que no volvería a estar con otra mujer, mucho menos tendría descendencia con alguien, Serena sería la princesa y futura reina de la especie, estaba decidido.

Después de tener un rato en brazos a la bebé, y que esta se quedara dormida, la dejó en la cuna y salió del cuarto, tenía un asunto del cual ocuparse. Ese mismo día murió su esposa, después de haber sido torturada brutalmente, y de obtener el nombre de su amante, que resultó ser uno de los mejores guerreros a su servicio, al cual incluso llegó a considerar un amigo, pero no por ello tuvo piedad con él, al contrario, fue casi tan brutal con él como lo fue con su mujer, pues su traición también le dolió, por lo que los dos padres de Serena, tanto su madre como su padre, murieron ese día a manos del que creía su verdadero padre.

Saimon no dió explicaciones de nada, solo dijo que los había matado por traición, y al ser el rey y el híbrido más fuerte que existía, nadie dijo ni hizo nada, salvo Cailen, que al ser su mano derecha y su mejor y único amigo, le exigió respuestas, y al final Saimon se las dió, dejándolo impactado. También fueron a reclamar los padres de la mujer, y él solo les dijo que ella le había sido infiel, no mencionó que Serena en realidad no era su hija, para ellos eso no era suficiente justificación, por lo que atentaron contra él, y con eso solo consiguieron su propia muerte.

Por todo lo vivido, nunca pensó que él volvería a estar con otra mujer, mucho menos enamorarse, por eso le resultaba tan descabellado la escena, él al lado de Anita, abrazados, claramente habiendo dormido juntos, y sin embargo le hacía muy feliz, esa joven había tenido una vida muy dura, y contra todo pronóstico había salido adelante, sin odio o rencor en su corazón, solo con una inmensa tristeza, la cual pensaba eliminar, se aseguraría de hacerla feliz, ¿quién sabe?, tal vez y hasta tuvieran hijos, no le desagradaba la idea si los tenía con ella, solo con ella.

Anita se removió entre los brazos de Saimon, ella mostraba una amplia sonrisa, nunca pensó en enamorarse, tener una familia, era consciente de su pasado, de todos los secretos que tuvo que esconder, se le hacía todo tan irreal, ser feliz, tener a alguien con quien estar y ser ella misma, una niña a la cual querer como una hija y que en un futuro tal vez le llamase mamá, Saimon y Serena eran un regalo, todo lo que había deseado y creía que jamás obtendría, que la sombra de su pasado siempre la perseguiría.

Aún recordaba todos esos años en aquella casa, todos los insultos y desplantes de su familia, su desprecio, no lo entendía, no veía lo malo en ser humana, pero entendió rápido el por qué, su despotismo, sus aires de grandeza, eran tan evidentes, ni siquiera las empleadas de la casa tuvieron algo de compasión con ella, solo su nana Clara, y precisamente por eso la echaron de la casa, siempre le quitaban todo lo que la hacía feliz, para esas personas, ella no valía nada, no era de la familia.

Algunas veces fueron personas a la casa, amigos y aliados de su padre, y cuando eso pasaba, se aseguraba de esconderse bien, solo una vez se le ocurrió acercarse, y casi un hombre asqueroso abusó de ella; pudo librarse de él, huir, pero ese hombre habló con sus padres, y ellos en lugar de molestarse con él por intentar abusar de su hija, la maltrataron como castigo por, según ellos, ser una pequeña zorra que provoca a los hombres y no se atiene a las consecuencias. Si no hubiera sido por su segundo hermano, Jordan, sus padres la hubieran entregado a ese hombre para que hiciera lo que quisiera con ella, fue la primera y última vez que un familiar la ayudó.

No volvió a cometer el mismo error, cada vez se le hizo más fácil esconderse, conocía perfectamente la casa, cada lugar y recoveco, por lo que nunca más pudieron ponerla en una situación semejante, y eso que lo intentaron, más de una vez sus padres les ofreció a esos hombres conocerla, y aunque en ese entonces aún estaba pequeña, no era tonta, entendía lo que ellos pretendían, pero nunca la encontraron, nunca lograron su objetivo, solo consiguieron que la pequeña sufriera en más de un sentido, aunque ella en el fondo albergaba la esperanza de ser aceptada, de conocer a un buen hombre, y tener una familia.

Año tras año, pero nunca pasó, y ella renunció a la aceptación de su familia, pero no a conocer al que sería el amor de su vida y tener al menos una niña, era su mayor anhelo, sin embargo, al llegar al mundo humano, tuvo que renunciar también a ese sueño, no tenía un pasado que un humano podría aceptar, y para adoptar tenía que tener una relación estable y rellenar muchos papeles con muchos datos, de los cuales no podría poner ni la mitad sin que la gente pensara que estaba loca, solo le quedaba el consuelo de su trabajo, en el cual podría estar con todos los niños que quisiera.

Conocer a Serena fue una casualidad, una de la que se alegraba con toda su alma, adoraba a esa niña, la quería como una hija, su preocupación fue enorme cuando la conoció, el estado en que la encontró, pensar que alguien había intentado secuestrarla y ella se vio en la necesidad de huir, conocía esa sensación, de alguna forma se vio reflejada en ella, por eso la cuidó sin importarle nada más, esperaría a que el padre de la niña la encontrara, aunque en el fondo deseaba que tardara, no quería separarse de ella.

Nunca imaginó todo lo que le pasaría después, todo lo que estaba viviendo, la situación en la que estaba, pues era consciente de que estaba en brazos de él, se había despertado, pero no quería levantarse, no quería abrir los ojos y dejar de estar así con él, pues podía apreciar que él estaba despierto, y temía que cuando supiera que ella estaba despierta se fuera, le gustaba esa sensación, la sensación de que alguien la abrazaba con cariño, hacía muchos años que no la sentía, desde que despidieron a Clara de la casa, a veces se preguntaba qué había pasado con ella, le pediría a Saimon que la buscara.

-Buenos días - le dijo Saimon al oído, a pesar de su esfuerzo por fingir que estaba dormida, él ya había notado que no era así.

-Buenos días - dijo Anita adormilada y sin despegarse de él.

-Creo que va siendo hora de que nos levantemos.

-Un ratito más - pidió como toda una niña pequeña.

Saimon no dijo nada más, solo se acomodó mejor con ella en brazos, no pensaba desaprovechar esa ocasión, ya haría sus cosas, y si no las hacía, se las encargaría a Cailen, ya era hora de que él pasase más tiempo con su familia, que ya no solo era su pequeña hija, sino también a la mujer medio dormida que estaba a su lado, y a la cual besó en la frente antes de pegarla más a su pecho mientras cerraba los ojos feliz, completamente feliz, como no lo había sido en mucho tiempo.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora