Prólogo

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Los Fraiser eran una familia tranquila y adinerada que vivía en el campo inglés a principios del siglo XIX. Su padre, James, pasaba demasiado tiempo en la ciudad, era el dueño de un periódico de prestigio. Su madre Claire sin embargo adoraba la vida en la sociedad de los pequeños pueblos, juntándose todas las tardes para tomar el té con el resto de señoras. Y es que Payshire era un pueblo pequeño pero de los más adinerados. Los Fraiser tenían dos hijos. El mayor llamado Harry y la pequeña de nombre Julia. Harry, aunque estaba en edad de casarse, había decidido no hacerlo, cosa que no gustó a su madre pero no le consiguió cambiar de opinión. Julia tenía 17 años y era una de las jovencitas más guapas de todo Payshire, se esperaba una propuesta de matrimonio cualquier día.

A 10 minutos de la gran residencia de los Fraiser vivían los Holland. Ellos no tenían ninguna hija, y su hijo menor  Patrick, era un año más joven que Julia, por lo que se habían criado juntos. Las señoras Fraiser y Holland tenían la intención de casarlos pero los jóvenes se habían negado repetidas veces, se veían como hermanos. Al igual que a los hermanos de Patrick. Estaban los mellizos Sam y Harry, divertidos y su hermano mayor Thomas, gran amigo de Harry Fraser desde que eran pequeños.

Después estaban los Brown. No eran tan ricos como los Fraiser o los Holland, que tenían familias más grandes y casas maravillosas, pero vivían cómodamente. Solo tenían una hija, Millie, que era la mejor amiga de Julia y de su misma edad. Ambas eran su mayor confidente y podían pasar horas y horas hablando sobre los grandes cotilleos, al igual que sus madres.

Los últimos en unirse a este pequeño grupo social fueron los Partridge. Llegaron hacía unos meses y eran cercanos únicamente con los Brown, aunque se les había visto en varios bailes. La hija mayor de los Partridge, Zoe, era de la edad de Sam y Harry. Su hijo mediano, Louis, de la edad de Julia y Millie y su hija menor, Emma, de la edad de Patrick

Esta era la élite de Payshire. Los que organizaban los más exquisitos bailes y podían permitirse viajar a Londres de vez en cuando. Riquezas como las suyas necesitaban asegurarse de tener herederos y la primavera acababa de empezar.

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