CAPÍTULO XXIII: LA VERDAD (4)

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Los días pasaron distintos para cada uno; mientras los Aihara pasaban una especie de limadura de asperezas, los trabajadores parecían divertidos con la atmosfera que rodeaba al señor Tetsuya que recibía las visitas diarias de Hanako y que esta misma reunía a todos para que escucharan sus chismes buenos. Su madre y abuelo estaban ya en la amistad primeriza y esperaba que siguieran así.

Mei, por otro lado, para cuando se dio cuenta, septiembre había terminado con una sensación de vacío. Trabajo muchas horas y la agenda estuvo apretada (no había espacio para distracciones... O eso creía). Cada día, exactamente a la hora en la que salía podía percatarse de una persona observándola salir del instituto. Usaba el casco de motocicleta puesto así que no podía saber quién era, solo que tenía la sospecha de saber la identidad del individuo.

El pensar que era Yuzu cuidándola provocaba una sensación de vacío en el estómago, no sabía cómo describirlo pero era similar al miedo y euforia. Adrenalina, posiblemente comparable a cuando subes a la montaña rusa y, estando en la cima, comienzas a tener miedo de la altura. Y luego, al bajar a grande velocidad comienzas a sentirte emocionado y vivo, gritas por la velocidad y solo piensas en quedarte allí un rato más hasta quedar satisfecho.

Eso era lo más cercano a la descripción exacta de lo que sentía, lástima que simplemente no abordó el tema más a fondo. Las ansias de terminar y salir para ver a Yuzu la emocionaban mucho que procuraba tardarse en llamar a Tsubasa para que la recogiera. Se preguntaba Mei cuando seria que Yuzu se animaría a hablarle y así poder aclarar muchas cosas, las que ella no pudo sacar a colación aquella vez que estuvo en su casa.

Y el tema que más le venía calando era sobre... sobre aquello. Cuando esos hombres intentaron... intentaron eso. Ciertamente hablo con aquel hombre después, y tuvo que admitir que atentar contra esos hombres seria rebajarse como ellos. El hombre había reído con mofa y colgó diciendo "las mujeres jamás tendrán los huevos para nada". Ciertamente esperaba no tener el coraje de hacer semejante barbaridad en un futuro.

El asco hacia sí misma por permitirlo como el que sentía por las circunstancias que la llevaron a ese momento la hizo culparse más. Si hubiera dicho que no trabajaría más, si hubiera rechazado el irse temprano... si hubiera pedido a Tsubasa que la recogiera, tantas cosas que arrastraba su corazón la tenían acorralada en una montaña de dolor que la ahogaban.

Tal vez si aceptaba esa ayuda que le ofreció Yuzu sobre su amigo sería lo mejor. Solo que tampoco tenía el coraje para pedirlo. No, debía hacerlo, comenzaba a cansarse de aquella vida tan patética y encontraría la respuesta al problema. Comenzaría a construir su propio camino y no le importaba ser odiada por su abuelo.

Ahora, con ese pensamiento en aquel día de octubre se dispuso a comenzar su día. Las clases eran a las ocho de la mañana, usualmente Mei estaría a las cinco de la mañana arreglada y desayunando mientras revisaba el periódico con su taza de café. Así que bajo a las siete para poder cumplir con su rutina.

-Buenos días, señorita Aihara. -la saludo Jun Wang con una reverencia al verla aparecer.

-Buenos días. –respondió

-¿Gusta postre con el café o solo? -le pregunto cortes y dócilmente.

-Solo, por favor. ¿Y Kata?

-Oh, ha salido a comprar las cosas para la comida, la señora Fujimoto ha planeado organizar una cena familiar, ya sabe... antes de que se anuncie su compromiso con el joven Okogi-Kitajima. –La chica respondió y procedió a servir el café, Mei la miro con atención, inconscientemente buscando algún error o defecto. No lo encontró. Jun era agraciada y certera, cada movimiento parecía fríamente calculado con antelación.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora