Ικαρία

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Cuando llegaste a la isla, te vi por primera vez a las orillas de Armenistis. Sí, te mentí, cuando nos vimos en el museo no fue nuestro primer encuentro

Goliat y Angelo dijeron que alguien de mi raza había llegado en el yate del viejo Abraham. Cuando te vi supe a qué se referían. Quiero decir, mi familia y yo éramos los únicos con descendencia asiática en toda la isla.

No tengo idea del porqué mi primer instinto fue esconderme tras el bote de mi padre. Verte fue extraño. Te sentías ireal. Tú eras el extranjero sin embargo, a quién hacías sentir como en terreno desconocido era a mí.

Los chicos mencionaron algo sobre tu padre. Él era el famoso restaurador de pinturas que venía a visitar nuestro museo. Tenía sentido. Tú y él tenían porte de personas de arte. Lucían tan elegantes y parecían observar con cuidado cada detalle, como si quisieran encontrar el porqué de sus formas.

Lo confirmé con la primera vez que nos encontramos. Me miraste de aquella forma de la que yo te habría mirado también. Más allá de sentirte no tan fuera de lugar con alguien que era de tu misma etnia, yo sabía que también habías sentido aquel choque eléctrico frente a la presencia del otro.

Te gustaba sentarte a las afueras del museo, pero también te gustaba sentarte en el muelle viendo cómo mi papá y yo pescabamos. Sé que ninguno de los dos fue consciente del momento en el que yo empecé a sentarme a tu lado en aquella plataforma de madera en la que habías hecho de tu lugar.

Hablamos, después empezamos a pasar cada maldito minuto del día uno al lado del otro. Papá te miraba raro, con el pasar de los días también me miraba de aquella manera que me fastidiaba.

—Levanta un poco más el mentón—antes de que yo pudiera hacer un movimiento, tú tomaste mi rostro y lo inclinaste levemente hacia atrás. Tus manos eran frías a pesar del cálido sol.

—He notado que te gusta dar órdenes—dije divertido. Con mi ojos siguiéndote en todo momento. Yo sabía que eso te ponía nervioso. Y no tenía idea del porqué, pero me encantaba hacerte sentir así.

—Y a ti te gusta recibirlas—lucias tan bello con tu lápiz en manos mientras me dedicabas fugitivas miradas y regresabas al papel.

Me hiciste posar de muchas maneras. Yo siempre me movía de mi posición para que volvieras a poner tus manos sobre mi cuerpo corrigiéndome.

Yo realmente no sabía lo qué estaba sucediendo. Después de aquellos ratos junto a ti a las orillas del mar, regresaba a casa sumamente azorado.

Esto era nuevo para mí. Todo el tiempo viví con una serie de emociones planas. Siempre me sentí de la misma manera, ni muy triste, ni muy feliz. No podías esperar muchas aventuras dentro de una pequeña isla.

Había un hecho que estuve ignorando, uno muy importante. Lo que éramos tú y yo. Joder, éramos dos hombres. Esto no estaba bien.

Todos los días me contuve de ir a buscarte, sin embargo mis muros de autodefensa de desplomaban cada vez que te miraba, así fuera por un segundo. Aquellas ganas de sentirte sobre mí, me paralizaban y me hacían crear una lucha interna conmigo mismo, para por fin ceder al lado oscuro. Me sentía atado a las cadenas del infierno. ¿Dios, me estás viendo? Esperé que no.

Siempre estabas ahí, con tu cuaderno en manos. Me hablaste del porqué habías decidido acompañar a tu padre en este viaje en particular. Era porque en ese mar frente a nosotros había descendido Ícaro. Te pareció inaudito poder dibujar y respirar el mismo paisaje de tu pintura preferida. Todos en la isla conocíamos el mito de la caída de Ícaro. En cómo sus alas se derritieron por tratar  de volar lo más alto, por desear lo inalcanzable, y pereció en el intento.

Yo también anhelaba lo inalcanzable. Mis manos querían tocarte, ansiaba tus ojos siempre sobre mí. Quería que todos tus bocetos fueran de mí. Simplemente quería saciar este vehemente deseo de convertirme en tuyo.

Cuando Goliat y Angelo me empezaron a dar esa misma mirada que los demás, yo sentí asco de mí mismo.

Sentía que cuando la marea subía, la más grande ola me derrumbaba. Ya no quería tus manos sobre mi cuerpo.

Sin embargo, me mirabas de aquella forma, en que lo único que quería en ese momento era armar mis propias alas y volar lo más jodidamente alto para por fin alcanzar mis más profundos anhelos, cayendo así en la más grande tentación del pecado.

Me besaste, te besé. ¿Pudiste sentir eso, cariño? Era el calor de la cera derritiéndose. Destruí el falso mundo de luz en el que alguna vez habité y finalmente acogí al caos.

No Jimin, no me hiciste caer ante el pecado de amarte, de amar a otro ser igual que yo. Yo siempre fui el pecado, siempre estuvo dentro de mí, sólo que me negaba a verlo.

Después de todo, perecer en el mar junto a ti, no se sintió tan mal.





FIN







Para entender las referencias, te recomiendo lean el mito de la caída de Ícaro, si es que no la leíste aún. (Hay una pintura inspirada en esto, por Pieter Brueghel . Una de mis favs <3, que por cierto sale en el mv, duh) 

Icaria, (en griego Ικαρία, Ikaría) es una pequeña isla ubicada en el centro del norte del mar Egeo, se llama así porque según la mitología griega cerca de allí murió Ícaro, el hijo de Dédalo, y en homenaje a él su padre le dio este nombre. Ahora, con algo más de 10.000 habitantes es considerada una de las zonas azules del mundo

• 833 palabras



bue, no sé si realmente pude plasmar la temática de bs&t, pero está bien, de igual manera me gustó, independientemente del concurso. Estaba por dejarlo pq no tengo tiempo pero tampoco quería ser descalificada lol, espero les haya gustado <3 

IKARIAかJIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora