Lo único que se repetía en mis oídos era un continuo y constante sonido. "Todo es culpa tuya, todo es culpa tuya, todo es culpa tuya..."
Y lo peor es que sí que era culpa mía. Había perdido a mi mejor amigo. Había destruido años de amistad. Había dejado atrás al mayor apoyo de mi vida.
Y me sentía muy mal. La verdad es que ni sé si sentía algo en aquellos momentos. Creo que mi corazón se mudó a otro cuerpo. Ya no tenía corazón. Y había sido culpa mía. Solo mía.
Cada vez que recuerdo esas palabras siento unas ganas inmensas de llorar. Le echo de menos. Echo de menos sus risas, sus palabras tranquilizadoras , sus bromas. Echo de menos el modo en el que me hacía reír cuando más lo necesitaba.
La verdad es que prefería estar con él que con mis amigas. Él me inspiraba tranquilidad. Siempre me escuchaba. Siempre me consolaba. Conoce la mitad de mi vida. O la conocía. Supongo que ya no soy nada para él. Y saberlo me hace volver a llorar...
Siete años a su lado. Siete años de felicidad. Siete años perdidos. Siete años que echaré de menos toda la vida. Dos mil quinientos cincuenta y cinco días juntos.