Capítulo 23

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Metida en casa, arropada con una manta de cuadros, me encuentro sentada en el sofá sujetando una taza de café. Bimba está durmiendo al lado mío y de vez en cuando, hace algún ronquido. Estiro el brazo lo más lejos posible para alcanzar mi móvil. Cuando consigo cogerlo, miro la hora y veo que marca las 16:00.  Hoy es sábado y seguramente no vaya a hacer nada. Me disgusta esa idea porque no me hace mucha gracia pasarme un día entero de fiesta sin hacer nada. Suelo arrepentirme de haber desaprovechado el día a lo tonto.

Empezaba a deprimirme solo de pensar en Dylan. Hacía más de una semana que no sabía nada de él. Ya no me hablaba, y cuando lo intentaba, él hablaba sin ganas, yo lo notaba, y a la mínima acabábamos las conversación. Me dolía. Me dolía mucho ver como las cosas cambiaban de un momento para otro. Me dolía ver como cambiaba todo para peor. No sabía por qué se comportaba así. Buscaba algúna razón, algo que a lo mejor  pudiera haber hecho y le hubiera sentado mal, pero no era así, al contrario. Fue él quien se hizo la foto con esa chica besándose. ¿Y qué más da eso? No eramos novios. Nunca lo hemos sido pero si hemos sido amigos y no entendía nada de lo que estaba haciendo. Pensaba en la foto y solo me entraban ganas de romper esa maldita foto. No sabia por qué, pero me daba rabia. Tal vez era porque pensaba que no era como los demás, que no era el típico chico que se liaba con todas. Pensaba mucho. Demasiado, y solían decirme que pensar tanto no era nada bueno.

–Claudia, tienes que sacar a la Bimba –me dijo mi madre desde la habitación de arriba.

–¿Tiene que ser ahora? –dije rechistando.

–Ahora.

Me levanté del sofá y empezé a atarme los cordones de las bambas. Cogí el abrigo y un gorro con un pompón.

–Vamos chiquitina –animé a Bimba para que se despertara. En seguida bajó del sofá y le puse su correa roja con topos blancos. Bajamos las escaleras hasta llegar a la puerta.

–Ahora vengo, mamá –le grité a mi madre justo antes de cerrar la puerta.

Empezamos a caminar y no sé como, acabé mirando la ventana de la habitación de Dylan. Pensaba en qué estaría haciendo ahora. Tal vez esté con una nueva amiga o con los chicos, pero no. La cortina se corrió para un lado y ahí estaba él. La ventana estaba medio abierta y, por primera vez, le ví fumando un cigarro. Estaba apoyado en la ventana, con los pelos despeinados y una sudadera negra. No tenia expresión, como casi siempre, y estaba con las cejas fruncidas. Se le veía tan triste y a la vez tan cabreado. Esos ojos verdes estaban apagados. No tenían luz, ya no brillaban. Solo tenía ganas de picar a su casa, subir hasta su habitación y abrazarle fuerte. No podía verle mal, no lo soportaba. 

Bimba me ladró para que camináramos y justo Dylan bajó su mirada hasta mí. Noté como mi cara se ponía roja al ver que me había pillado mientras le observaba. Nos quedamos mirando sin decir nada pero su rostro cambió. Una sonrisa pequeña se asomó en su cara, lo suficiente grande para hacerme sonreír a mí también. Dejó el cigarro dentro de su habitación y desapareció. Yo empezé a andar. Aún seguía preocupada por él. Ya no me hablaba tanto como antes, nuestras miradas hacía tiempo que ya no se cruzaban, pero esa sonrisa me calmó una parte de mí.

Ya eran las ocho de la tarde y aún seguía pensando en Dylan y en su sonrisa tan bonita. No podía dejar de pensar. Necesitaba una explicación de por qué estaba comportándose así. Necesitaba la música. En estos momentos me ayudaba tanto escuchar música. Me relajaba, me llevaba a otro mundo. Me encantaba escuchar música porque, por un momento, sentía que el tiempo se detenía y las preocupaciones desaparecían.

Cogí una sudadera y me enrollé una bufanda alrededor de mi cuello. Cogí mi manta de cuadros y mis auriculares y bajé corriendo las escaleras. Antes de salir por la puerta, me llevé las llaves. Una vez estaba afuera, encendí los dos faros que habían en el porche y me tumbé en la hamaca. Me sentía segura allí con mis auriculares, rodeada de estrellas. Además casi nunca pasaba gente y era una de las calles más tranquilas, por suerte. Cerré los ojos lentamente a la vez que iba notando como la música entraba por mis oídos.

 Está sonando ''Make It Without You''

–¡Claudia, te has vuelto a quedar dormida fuera! –mi hermana me despertó a empujones.

Abrí los ojos de golpe, asustada.

–Venga, vamos a dentro. Mamá llegará más tarde a casa. Papá tendría que estar llegando ya –me dijo.

Recogí mi manta y cuando iba a entrar a casa, me giré en dirección a la ventana de la habitación de Dylan. Notaba su preséncia y su intimidante mirada, pero las cortinas se movieron y no lo volví a ver aquel día.

Eran las 01:26h de la madrugada. Una vez tenía puesto mi pijama, me fui directa a la cama y antes de irme a dormir, revisé el móvil por si tenía alguna notificación. Siempre lo hacía, era una costumbre. No tenía ningún mensaje así que decidí dejarlo en mi mesita cargándose. Me arropé hasta la nariz y me puse en forma de bola para tener menos frío y así entrar en calor cuando mi móvil sonó.

–Me cago en todo, quien haya sido no puede ser más inoportuno –susurré. No iba a mirarlo, no tenía la intención, pero me estaba empezando a inquietar. Tenía curiosidad por saber que era, y de quién. Tal vez era Lucia o Kate que estaban hablando de quedar mañana. O tal vez les había pasado algo grave. Necesitaba saber ya de una vez que era. Palpé con las manos la pared hasta llegar a la mesita. Encendí la lámpara y cuando por fín me acostumbré a la luz, cogí el móvil.

–¿Que haces con la luz encendida? –me dijo mi hermana medio dormida. –Duermete ya, pesada.

Mi hermana apagó la lámpara y me quedé a oscuras, con la luz tan insoportable del móvil que pensaba que me iba a dejar ciega. Por fín decidí abrir el mensaje pendiente sin leer.

Era de Dylan.

<<No hagas planes mañana, pasa el día conmigo.>>

Mis ojos brillaron como nunca antes lo habían hecho. No entendía nada, después de tantos dias sin decirme nada y ahora esto. No sabía que contestar ni como reaccionar, pero lo que si tenía claro era que queria pasar el día de mañana con él. Lo echaba de menos. Echaba de menos sus mensajes, esos que me sacaban una sonrisa a media noche. Esos que me llenaban la barriga de mariposas. Lo echaba de menos, mucho.

Me gusta simular que no te miroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora