Capitulo 2

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Soy un amigo imaginario con suerte. Llevo más tiempo en el mundo que casi todos los amigos imaginarios. Una vez conocí a uno que se llamaba Philippe. Era el amigo imaginario de un niño que iba a la guardería con Max. No duró ni una semana. Llegó al mundo un día, con pinta bastante humana pese a que no tenía orejas (hay muchos amigos imaginarios que no las tienen) y en unos días ya había desaparecido.

También tengo suerte de que Max sea tan imaginativo. Una vez conocí a un amigo imaginario llamado Chomp que no pasó de ser más que una mancha en la pared. Una masa negra y borrosa sin ninguna forma. Solo sabía hablar y reptar pared arriba y pared abajo, pero como era más plano que un papel no podía despegarse de allí. Chomp no tenía brazos ni piernas como tengo yo. Ni siquiera tenía cara.

Cómo sea el amigo imaginario depende de la imaginación de su amigo humano. Max es un niño muy creativo, por eso yo tengo dos brazos, dos piernas y una cara. No me falta ninguna parte del cuerpo, y eso me convierte en algo muy raro en el mundo de los amigos imaginarios. A casi todos les falta algo en el cuerpo y algunos ni tienen aspecto humano. Como Chomp.

Pero tener mucha imaginación también puede ser malo. Una vez conocí a un amigo imaginario que se llamaba Pterodáctilo y tenía los ojos pegados en la punta de dos antenas pequeñas verdes, largas y delgadas. Quien lo imaginó pensaría que era genial, pero el pobre Pterodáctilo no podía fijar la vista en nada. Me dijo que se pasaba el día mareado y dándose porrazos por todas partes, porque en vez de pies tenía solamente dos sombras borrosas pegadas a las piernas. Su amigo humano se obsesionó tanto con la cabeza y los ojos del pobre Pterodáctilo que no pensó en darle forma también de cintura para abajo.

Pasa mucho.

También tengo suerte de poder ir de un sitio a otro. Muchos amigos imaginarios van siempre pegados a sus amigos humanos. Atados a ellos con una correa al cuello. Otros miden como mucho ocho centímetros y se pasan el día metidos en el bolsillo de un abrigo. Y otros no son más que una mancha en la pared, como Chomp. Yo, en cambio, gracias a Max, puedo ir solo a donde yo quiera. Y también puedo separarme de él si me apetece.

Aunque no creo que sea demasiado bueno para mí que haga eso muy a menudo.

Si existo es porque Max cree en mí. Algunos dicen, la madre de Max por ejemplo, y también mi amiga Graham, que por eso soy imaginario. Pero no es verdad. Puede que necesite de la imaginación de Max para existir, pero tengo mis propios pensamientos, mis propias ideas y una vida aparte de la suya. Estoy atado a Max de la misma manera que un astronauta está atado a la nave espacial con tubos y cables. Si la nave espacial estalla y el astronauta muere, no quiere decir que sea imaginario. Solo que ha sido desconectado de la máquina que le hacía vivir.

Pues igual pasa con Max y conmigo.

Yo necesito a Max para seguir viviendo, pero tengo mi propia vida. Puedo decir y hacer lo que quiera. Max y yo a veces discutimos, pero nunca por cosas serias. Solo tonterías, como qué programa de televisión vamos a poner o a qué vamos a jugar. Eso sí, me «es menester» (eso se lo he copiado a la señorita Gosk, lo dijo en clase la semana pasada) no separarme mucho de Max, porque necesito que Max siga pensando en mí. Que siga creyendo en mí. No quiero que me pase eso de «la distancia es el olvido», como le dice la madre de Max a su marido cuando no se acuerda de llamarla por teléfono para avisar de que llegará tarde a casa. Si paso mucho tiempo sin estar cerca de Max, puede que deje de creer en mí, y si eso ocurre, adiós muy buenas.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2020 ⏰

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