Capítulo 4

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No puedo creer que me hayas convencido de venir. —Articulé con el ceño notablemente fruncido, a lo que mi amigo sólo se carcajeo desde el asiento del piloto de su auto.

—Admite que tú también tenías ganas de venir y solo querías hacerte el duro. —Replicó con burla. Solté un bufido, pero no respondí.

El último mensaje que había enviado mi rubio amigo, me quedé pensativo por un buen rato pensando los pros y los contras de ir a esa fiesta. No me dio tiempo de llegar a una conclusión puesto que unos quince minutos después Cody se apareció en mi habitación con una sonrisa que ya conocía demasiado bien.

‹—Iremos a esa fiesta sí o sí.
—Pero…

—Tú madre ya me ha dado su aprobación. —Le miré incrédulo y él sonrió de manera amplia. —Le agrada la idea de que su polluelo pueda salir del cascaron, aunque sea un rato.

Y tras escuchar aquello no pude negarme. ›

Mis padres y hermana menor siempre han sido muy protectores en lo que a mí respecta, puesto que he tenido muchas dificultades para acoplarme con otras personas desde que era pequeño. No ha sido fácil y no tengo muchos amigos después de todo, pero el tener a Cody como mi fiel compañero lo compensa todo. Siempre he sido muy reservado y en el instituto poco me importa el no entablar amistad con mis demás compañeros, así como a ellos poco les importa mi persona.

Cruel, pero cierto.

—Prometo que vamos a divertirnos, hermano. —Aseguró con entusiasmo en su voz. —Ya lo verás.

Solo le pedía a todo lo que es bueno porque mi amigo no se equivocara y esta noche fuera por lo menos remotamente interesante.

Una vez que habíamos llegado a la dichosa fiesta que se llevaba a cabo en la costa, luego de darle un simple vistazo a través del parabrisas del auto quise que Cody diera retroceso para que me llevara de regreso a casa, pero este al ver mi rostro me arrastró lejos de la seguridad que su coche nos–me–proporcionaba.

Debían de ser a penas las ocho de la noche, pero la infinidad de adolescentes que se encontraban allí parecían ya haber entrado en calor y disfrutaban como nunca alrededor de la enorme fogata que ardía con gran intensidad, calentando a todos de la helada brisa del mar que parecía querer calarse en tus huesos, así como también del potente sonido de algún auto. Y entre esa infinidad de adolescente pude reconocer a la chica que me traía loco sin razón aparente.

Paulette McKallister.

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