●Historia adaptada a Laliter. ●Autor: Ariana Godoy.
✾ "Mi nombre suena bien en tu voz." -P.
✾ "Nunca pensé que alguien me podría llegar a interesar de esta forma con solo el sonido de su voz." -L.
✾ "Es ella, la chica que no ha dejado mi mente desde...
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Suspendieron las clases para mañana.
Creo que le he transmitido mi mala suerte a la preparatoria, apenas asistí dos días y suspenden al día siguiente. La tormenta de nieve no tiene intenciones de pasar y aún cuando termine, habrá mucha nieve que limpiar y servicios que recuperar.
No sé como sentirme al respecto, es una combinación de alivio y tristeza. No tendré que enfrentar a Peter mañana, y eso alivia mi ansiedad pero también me entristece, ahora que he hablado con él, quiero seguir haciéndolo.
La noche ha caído, y estoy sentada al lado de la ventana, viendo la nieve caer, reordando mi último ataque de pánico y como Peter estuvo conmigo al teléfono hasta que pasó, distrayendome con pensamientos de nieve cayendo. Él ha sido tan buendo conmigo, tan... comprensivo.
Una parte de mi aún no se cree el día de hoy, hablé con Peter, Agustín y Gastón, chicos de mi edad y no morí en el intento. Hace unas semanas, si alguien me hubiera dicho lo que el día de hoy pasaría, les habría dicho locos, alegando que eso era imposible.
Yo no podia hablar con gente de mi edad.
Muchos menos chicos.
Menos con el chico que me gusta.
Supongo que el Dr. Cruz tiene razón, cada avace por muy pequeño que sea, es un avance que me impulsará hacia adelante en mi camino a una vida normal.
El día de hoy fue bastante normal, yo fui normal.
Por primera vez siento que si puedo lograrlo todo, tengo más motivación, sobretodo después de esa conversación que tuve con Gastón. El hecho de haber tenido un efecto positivo en la familia de Germán aún sin conocerlos, me ha hecho sentir mucho mejor.
Respiro sobre la ventana, empañándola para trazar la letra L con mi dedo. Me recuerda a la sensación de mi dedo mojado por pintura cuando jugaba sobre el lienzo.
Alguien se aclara la garganta y me giro para ver a Cielo en la puerta de mi habitación en su pijamas con dos tazas en sus manos.
—¿Chocolate caliente? —Le sonrío—. ¿Existe alguien que pueda decirle que no al chocolate caliente?
Ella asiente. —Nico.
—Nico no cuenta.
Ella se adentra en la habitación y se sienta en el borde de la ventana conmigo, y me pasa la taza de chocolate caliente. Por un rato no decimos nada, no es incómodo, solo somos nosotras, dos hermanas disfrutando de un buen chocolate caliente frente a la ventana, observando la nieve caer. Tomo varios sorbos de mi chocolate antes de romper el silencio.