Capítulo 15

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La voz alegre de Serena fue lo que despertó a la pareja durmiendo en la cama, sus gritos y aplausos eran capaces de oírse a larga distancia, al menos Cailen fue más sutil, se estaba riendo, pero de una forma silenciosa, no quería enfadar a Saimon, sin embargo, la princesa no pensaba igual, solo podía pensar en lo feliz que estaba por ver a su padre y a su amiga juntos y abrazados en la cama, era una buena señal, su plan estaba saliendo a la perfección, incluso estaba ocurriendo más rápido de lo que pensaba.

Al principio la pareja no entendía el alboroto, hasta que vieron a la pequeña yendo de un lado a otro entre saltos, palmadas y gritos. Ambos se miraron, y al instante se sonrojaron, eran conscientes de la imagen que estaban dando, e imaginaban lo que debía estar pensando Serena, lo cual, aunque cierto, era muy vergonzoso, más que la situación, el momento y cómo los habían encontrado. Cailen no pudo aguantar más y empezó a reírse a carcajadas, no podía creer lo que estaba sucediendo.

-Cailen, deja de reírte ahora mismo - amenazó el rey, sin embargo, no por ello Cailen dejó de reír.

-Lo siento, lo siento, pero ponte en mi lugar, esto parece un milagro siendo tú - dijo en medio del ataque de risa.

Anita miró confundida a Cailen, era consciente de su pasado, de lo que había sucedido entre él y su difunta esposa, pero no entendía el por qué de las palabras del híbrido, tampoco era un milagro. Por otro lado, Saimon sí entendía el significado de las palabras de su amigo, él conocía su historia por completo, lo que una vez se prometió, su comportamiento con todas las mujeres que se le acercaban, incluso con las mujeres que Cailen elegía para él, chicas, no solo bonitas, sino listas y buenas, pero ninguna llamó su atención.

Al final bajaron a desayunar, Serena no podía ocultar la alegría que sentía, Cailen aún seguía con sus pequeñas indirectas hacia el rey, Saimon sencillamente lo ignoraba mostrando una expresión seria, porque era su mejor amigo, que si no ya lo habría encerrado en el calabozo; Anita sin embargo, estaba aún sonrojada, se sentía aún avergonzada, y la actitud de la pequeña no le ayudaba, al contrario, cada vez estaba más roja, temía quedarse así de por vida.

Al finalizar el desayuno, la joven se llevó a la princesa a la biblioteca, con todo el jaleo del día anterior, no le dió clase ese día, por lo que recuperaría el tiempo perdido esa mañana. Por su parte, Saimon y Cailen fueron al despacho del primero, y por el camino, el híbrido intentó convencer a su amigo de planear una cita con Anita, debían tener una, o al menos esa era la idea de su mano derecha, aunque él no estaba muy convencido de ello, nunca había tenido una, con la madre de Serena nunca tuvo una, fue un matrimonio concertado, y de casados tampoco tuvieron, sí salieron juntos, pero tampoco fue una cita.

-Amigo, deberías llevarla al jardín, sé que ese lugar era al que ibais tú y ella cuando pasaban el tiempo juntos, y por tanto no te trae muy buenos recuerdos, pero a Anita le gusta, deberías intentar crear hermosos recuerdos allí.

Saimon lo pensó, era cierto, ese lugar le recordaba momentos que quería olvidar, pero también sabía que el jardín le encantaba a la joven, así lo pudo apreciar en el picnic que hicieron los tres, adoraba que las dos mujeres de su vida se parecieran tanto y se llevaran tan bien, su hija se había encargado de espantar a todas las institutrices de él, así mismo se lo había contado en sus muchas anécdotas sobre ello, quién le iba a decir que al final sería ella quien encontrara a la mujer ideal para él, se lo agredecía, pero no olvidaba lo del encierro en la habitación de seguridad, debía ponerle un castigo.

-Está bien, pero me tendrás que ayudar - accedió Saimon.

-No hay problema.

Y eso hicieron, se pasaron gran parte del día ideando una cita, y aún así no terminaban de planificarla, ningún plan era lo suficientemente bueno para el rey, él quería que fuera todo perfecto, quería sorprender a la joven, darle una tarde agradable, y aunque la motivación del híbrido alegraba a su amigo, también le exasperaba, ninguna idea conseguía satisfacerlo, y eso le estaba frustrando, solo se habían detenido a la hora de la comida, ni siquiera habían merendado, y casi era la hora de cenar.

-No, no, es demasiado vulgar - dijo Saimon ante la última sugerencia de Cailen, el cual tenía ganas de darse de cabezazos contra la mesa.

-¿Y por qué no le pides consejo a Serena?, visto que mis ideas no te gustan.

-Buena idea, la mejor que has tenido, mi pequeña y Anita se parecen mucho, además de ser amigas, ella me podrá ayudar - pensó en voz alta - ahora vamos, ya es hora de cenar.

El híbrido salió del despacho sin prestar más atención a su amigo, el cual se golpeó la cabeza dos veces contra el escritorio, debió pensar mejor lo de la cita, se lamentaba una y otra vez. Mientras, tanto las chicas como Saimon llegaban al comedor, los tres muy sonrientes, cada uno con su propio motivo, aunque todos tenían un núcleo en común, el cual les motivaba a seguir hacia adelante, pues el amor es una fuerza misteriosa, y por ese sentimiento, pueden producirse los actos más hermosos, como también los más horribles.

Después de cenar, a la hora de dormir, Saimon pidió a Anita si podía ser él el que arropara y diera las buenas noches a Serena, pues las noches anteriores se había estado encargando ella, la joven no tuvo ningún problema, le alegraba que él se quisiera acercar más a su hija. El híbrido fue a la habitación de la princesa, la cual estaba leyendo en la cama, pero que al ver a su padre en la puerta, le sonrió y dejó el libro sobre la mesita de noche, ya seguiría leyendo cuando todos pensaran que estaba dormida.

-Hija, necesito tu consejo - dijo el rey sentado a su lado.

-Te escucho.

-Me gustaría tener una cita con Anita en el jardín, pero no sé cómo hacer que sea perfecto - la niña sonrió con ternura a su padre, le parecía adorable su actitud.

-Primero, no hace falta que sea perfecto, estoy segura que a Anita no le importará que tenga algún defecto - dijo con gracia la pequeña.

Serena empezó a darle ideas a su padre de cómo podría ser la cita, de qué debería llevar puesto, la comida que podría preparar, un detalle para entregarle al final, nada demasiado ostentoso, conocía a su amiga, y sabía que ella prefería las cosas sencillas, a lo cual Saimon sugirió una gargantilla, a lo cual la princesa dijo que era perfecto, que había visto una en una revista que sería ideal, que confiase en ella, y él confiaba en su hija, por lo que le dejó el tema del regalo a ella.

Después de media hora, ambos se desearon buenas noches y Saimon se fue de la habitación, ya era muy tarde, no era conveniente que su pequeña estuviera despierta a esas horas, por lo que se fue a su habitación a dormir, algo que no conseguía, estaba demasiado nervioso, no paraba de darle vueltas al tema de la cita, solo esperaba que todo saliera bien, no quería arruinarlo cuando ni siquiera habían empezado, porque esa era otra, no le había pedido ser su novia, y eso pensaba solucionarlo en esa cita, y con esa idea en mente, se durmió con una sonrisa en los labios.

Mientras, en la habitación de la princesa, Serena seguía despierta, centrada en el libro entre sus manos, uno que encontró en la vieja habitación de sus padres, pues tras la muerte de su madre, su padre se cambió de cuarto. Estaba prohibido entrar a ese cuarto, pero ella lo hizo cuando era más pequeña, allí encontró el libro que sostenía, era uno de sus favoritos, el único recuerdo de su madre, pues no había ninguna foto de ella en el castillo, ni siquiera en ese lugar, ella ingenuamente pensaba que era porque era demasiado doloroso para su padre.

-Así fue que todo empezó, el amor de dos personas que estaban destinadas a matarse el uno al otro, pero ni el odio más grande puede vencer al amor, pues su fuerza es tan poderosa, que es capaz de cambiar el mismo destino - leyó la princesa en la tranquilidad de sus aposentos, sin saber que ese libro, representaba la realidad más de lo que nadie podría imaginar.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora