Un buen padre

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Desperté aturdido y lo primero que vi era un surco enorme ennegrecido y lleno de moho que estaba en el techo de madera. Intentando sentarme, sentí un peso encima de mi pecho y al darme cuenta que se trataba de la pequeña Isabelle, esbocé una sonrisa tranquilizadora al tiempo que palmeaba su espalda con lentitud.

-¿Y-Ya estás despierto? -preguntó Valeria de pronto dándome cuenta que estaba sentada en la silla que había cerca.

-¿Que hago...?

-¿No te acuerdas? -preguntó cogiendo a la niña medio dormida.

-¿De que me tengo...?

Pero antes de que me diera cuenta, sentí mi rostro algo pesado. Pasándome la mano por la cara, noté una áspera tela y al pasarme la otra mano por mi brazo izquierdo, noté que había algo ligeramente abultado que me estaba haciendo algo de daño. Destapándome de esa tela áspera, me quité el vendaje que cubría mi brazo y me di cuenta que había una gran y espantosa herida cicatrizada.

-¿Horroroso? -preguntó pero no presté intención.

Tocando el vendaje de mi rostro, me lo quite poco a poco y pidiendo un espejo que sabía que lo tenía ella escondido, me lo dió y cuando me miré, el horror se vio ante mi. Tenía una espantosa herida en mi ojo derecho teniendo una cicatriz que cruzaba de parpado a parpado. Estaba ligeramente enrojecido por la parte del iris y morado por la parte de afuera. También tenía un ligero moratón en la parte izquierda de la cara, el labio partido y un moratón granate que abarcaba el cuello y que iba bajando hasta el pecho.

-¿Ves por ese ojo? Lo raro es que vieras bien.

-¿Que ha pasado? -pregunté horrorizado.

-No lo sé -dijo ella algo apenada- Pensé que podrías arrojarnos algo de luz. Hace 5 días viniste peor de lo que estás ahora y...

-¡¿5 días?! -y mirando a todos lados, no vi a Gissele por ningún lado.

-Si, 5 días. Viniste muy mal herido y has tenido una fiebre insoportable. Gissele fue al pueblo más cercano en busca de un médico y él curó tus heridas aunque también nos dijo que tenias fatiga. ¿En que estabas pensando?

-Yo...

-Aunque es increíble como tu cuerpo se puede curar tan rápido -no me dejó hablar- Y si preguntas por Gissele, se fue a una finca que hay aquí a un par de horas. Se hizo muy amiga de la mujer.

-Creo que hace bien...

-Si. Ella estaba muy preocupada por como viniste.

-Me lo podía imaginar... -y mirando un momento mis manos, me sentí avergonzado- Pero tenia que hacer algo por ustedes. No podía quedarme de brazos cruzados y...

-¿Esa fue tu mejor opción? -dijo con cierta acidez notando el peso de sus palabras- Nunca te pedimos que arriesgaras tu vida para...

-¡PERO YO LO HICE PORQUE TENIA QUE HACERLO! -grite y ella me miro con esos increíbles ojos azulones.

Ambos, un poco incómodos, me dió de nuevo a su hija, algo que realmente me sorprendió y levantándose con cierta torpeza viendo como su cuerpo estaba hinchado pero creo que era a causa del embarazo. Observando como cogía un cuenco de metal, vertió un liquido espeso marrón en el y dándose le vuelta, se sentó de nuevo aunque parecía más cansada y eso se notó por la manera en la que resopló.

El bibliotecario y el guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora