Hay una guerra afuera, y Dostoyevsky está tomando el té.
Gogol le observa con cierto cariño, mientras Dostoyevsky cambia entre beber de su taza de porcelana a desplazarse entre diversos reportes en su computadora, controlando las actividades fuera de las paredes del sótano. Afuera hay un coro de explosiones y gritos, un sagrado fuego de sangre y muerte, traído al mundo por una gran mente criminal, pero dentro de aquel sótano sólo se oye el suave ritmo de la música clásica sonando en la radio y el suave golpeteo de los dedos de Dostoyevsky en las teclas.
El corazón de Gogol se acelera.
La canción cambia, algo dulce y optimista (La Bella Durmiente, piensa Gogol), y una idea viene a su mente. Él sonríe ampliamente.
"¿Bailas, Dos-kun?"
Los dedos de Dostoyevsky continúan. Un segundo después, le dirige una mirada seca y sin gracia a Gogol, una mirada que suavemente pregunta ¿qué crees tú? Gogol quiere pellizcar sus mejillas.
"Ah, pero Dos-kun, ¡Es divertido! Y esta es una canción encantadora, sabes," Dice Gogol, gesticulando con sus manos hasta que saca una carta de su manga, un Rey de Corazones. Él lanza la carta volando al escritorio de Dostoyevsky.
"Mmhmm," Dostoyevsky gruñe, no sonando convencido ni en lo más mínimo.
Bueno, ¡eso no funcionará! Resopla Gogol, salta al escritorio y tira del brazo de su amado.
"¡Lo es, déjame mostrártelo!"
Los ojos de Dostoyevsky se entrecierran a la vez que tira de su propio brazo de vuelta, sus labios curvándose en desagrado. "No seas ridículo."
Gogol está caminando sobre hielo fino, lo sabe, ¿pero cuándo eso ha logrado detenerle? Casi nunca, especialmente cuando sabe que puede convencer a Dos-kun. De modo que deja que el insulto se le escape como agua sobre un pato mientras hace una reverencia, mira a Dostoyevsky por debajo de sus pestañas y esboza una sonrisa ganadora, del tipo que sabe que es difícil de resistir.
"Soy un payaso, ridiculez es lo que como para el desayuno. Por favor, ¿no me honrarías con un pequeño baile, Fedya?"
Los ojos de cachorro no funcionan en Dostoyevsky, pero una sonrisa furtiva, ojos ardientes y un apodo ronroneado sí lo hacen. Gogol amplifica su encanto, mientras continúa inclinado en la reverencia, extendiéndole una mano en invitación.
Dostoyevsky se vuelve a su computadora, pero sus mejillas han comenzado a teñirse de un lindo color rosa. Está funcionando.
"Estoy ocupado."
"Sí, sí, orquestando una guerra exitosa. Más que una razón para celebrar."
"Es estúpido."
"Como lo son todas las buenas cosas de la vida."
Dostoyevsky frunce el ceño en dirección a Gogol. "No te vas a rendir, ¿verdad?"
"Nop!" Gogol responde.
Hay una pausa en la cual ambos se observan. Al final, los hombros de Dostoyevsky caen. El alma de Gogol canta victoria.
"Está bien," Murmura Dostoyevsky, como si ceder le doliera físicamente. Él toma la mano extendida de Gogol, y él le da a los fríos, pegajosos dedos un apretón reconfortante.
La expresión de Dostoyevsky se mantiene dura y distante mientras Gogol lo pone de pie suavemente, acercándolo más a él, hasta que puede ver el suave rubor que traiciona los nervios de Dos-kun. Cuidadosamente, Gogol reorganiza sus manos hasta que están en la forma correcta; él puede sentir como la otra mano de Dostoyevsky apreta su brazo con fuerza, como si estuviera preparándose para el impacto. Su dulce ratoncito podía ser muy tímido.
"Sígueme," dice Gogol, su voz más tranquila pero no menos cálida.
Dos asiente con su cabeza breve y bruscamente como si dijera que siguiera adelante, pero Gogol sabe que significa yo te seguiré donde vayas, porque siempre resulta así para ellos, ¿no es así? Al cielo, al infierno, a cualquier lugar del mundo, mientras estén justos, siempre.
Gogol comienza lento, permitiendo que Dostoyevsky observe y copie sus movimientos. Dostoyevsky no tiene la gracia natural que Gogol posee, pero él es rápido aprendiendo. Después de sólo un poco de torpeza (y Gogol necesita de todo su autocontrol para no romper en la más amplia sonrisa al ver a Dostoyevsky fruncir el ceño en concentración mientras aprende los pasos), ellos se mueven en tándem, barriendo el sucio suelo del sótano como si fuera un elegante salón de baile.
"¿Ves? Tienes talento natural," murmura Gogol con una cálida risa mientras giran.
Dostoyevsky resopla ante el halago. "Has hecho esto antes."
"Muchas veces," concuerda Gogol.
Los dedos de Dostoyevsky se apretan en el brazo de Gogol, y esta vez Gogol no reprime su sonrisa. Se inclina más cerca, rozando sus labios contra la mejilla de Dostoyevsky en un beso fantasma.
"Pero nunca con un compañero tan atractivo como Dos-kun~"
Dostoyevsky resopla, pero sus dedos relajan su agarre firme. Gogol sabe que es la tranquilidad de saber a quién le pertenecen sus afectos, y no los halagos, lo que calma a su amado. Para alguien que parece tan desapegado, los celos de Dostoyevsky son tan profundos como los de Gogol, un hecho que nunca deja de complacerlo.
La canción se acerca al final, y ellos se detienen en medio de la habitación. Sus manos aún están entrelazadas, y ninguno se aleja del otro. En cambio, Dostoyevsky se acerca más hasta que sus mejillas se juntan, y Gogol se siente en las nubes, y su rostro está ardiendo.
"No estuvo tan mal, ¿cierto?" Parlotea Gogol, riendo sin aliento, nervioso.
Dostoyevsky se echa hacia atrás unos centímetros, con los ojos entrecerrados, con los párpados manchados de color vino y los bordes suaves.
"No tan mal."
Gogol ronronea y se inclina hacia el cuello de Dostoyevsky, acariciándole con sus propios labios. Deposita un beso en el pálido cuello, deleitándose cuando en respuesta recibe los escalofríos de Dostoyevsky, quien le acerca más.
Hay una guerra afuera, una que está destruyendo el mundo, pero Gogol tiene todo el mundo que necesita justo allí, en ese instante.