–Me cago en la puta
El hombre se apoyo sobre el manillar de su motocicleta y observó el dantesco espectáculo que tenía delante de sus ojos. Sin apartar la mirada, tanteó el bolsillo de su pantalón hasta sacar el paquete de tabaco y meterse un cigarrillo en la boca. La luz llameante del mechero resplandeció brevemente frente a él.
Tras dar una larga calada, se sacó el cigarro de la boca y se mordió el interior del labio.
Había tardado casi dos horas en llegar. Dos horas para aclarar sus ideas, despejarse y sobre todo para asumir que probablemente tendría que ver y enfrentarse a cosas peores que las que había visto en Macon.
No pudo evitar que la respiración se le entrecortase mientras no quitaba ojo a lo que le ofrecían los dos últimos kilómetros de carretera antes de entrar a la ciudad, su objetivo. Aquel silencio sepulcral, aquel hedor... Parecía casi una puesta en escena preparada para rodar una película de terror.
Como si el mundo le estuviese dando una especie de advertencia.
Los carriles de salida de Atlanta se habían convertido en un desguace kilométrico de vehículos de la noche a la mañana; algunos cruzados en varios carriles, otros volcados, un par de ellos calcinados... Afinó la mirada, protegiéndose la vista del sol de media tarde y un escalofrío recorrió su cuerpo. Aquel improvisado desguace también se había convertido en un cementerio. Decenas de cadáveres yacían a lo largo de la autopista, friéndose y pudriéndose al sol o sirviendo de alimento a esas cosas.
–Joder –gruñó.
Si, los engendros también estaban allí, deambulando sin dirección conocida, atrapados en el interior de los vehículos o devorando a los que pronto serían sus nuevos compañeros de viaje.
Había tenido casi dos horas para procesar lo que implicaba aquella misión casi suicida y aunque estaba casi seguro de que iba a poder enfrentarse a cualquier cosa, pensar en el infierno que había tenido que ser haber estado en esa carretera, sin salida, sin opciones...
Su estomago se le revolvió durante unos instantes. Si hubiera tenido algo en el, probablemente lo hubiera vomitado.
Sacudió la cabeza para volver a centrarse y desvió la mirada a los carriles que iban hacia el otro sentido, el de entrada. En aquellos no había coches, ni cadáveres ni muertos caminando sobre el asfalto. Un autentico desierto. De nuevo otra advertencia. ¿En serio vas a tener los santos cojones de adentrarte en la ciudad?
Una mueca se dibujo en el rostro de Daryl e inmediatamente después dejo caer el cigarrillo al suelo para apagar la colilla con la bota.
–Al menos no tendré que aguantar ningún puto atasco –dijo para si antes de arrancar de nuevo su moto.
No había tiempo que perder. En unas horas se haría de noche y le sería aún más difícil encontrar el lugar. Además desconocía si la oscuridad volvía más engendros a los engendros.
–Calle Lovejoy esquina con Mills, calle Lovejoy esquina con Mills, calle Lovejoy esquina con Mills..."
Se había grabado a fuego en la cabeza aquella dirección y sin embargo la repetía una y otra vez, como si fuera una especie de mantra. No podía permitirse olvidar la localización del desconocido lugar. Era lo único que tenía.
–Por favor, que siga de una pieza –pensó para sus adentros mientras pisaba con ganas el acelerador.
Una de las últimas retransmisiones que había tenido la suerte de poder sintonizar en el televisor de casa habían sido los bombardeos de Atlanta. La imagen de aquellos helicópteros lanzando aquella especie de misiles entre los rascacielos de la ciudad era casi tan espeluznante como las terribles criaturas hacia los que iban dirigidos.
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Este camino que recorremos juntos
Fanficue el fin del mundo comenzase no impidió que los caminos de Carol y Daryl se hicieran uno y comenzaran su propio viaje.