Aitana quiere que salga más que perfecto. Tiene que ser el mejor día de la vida de su hija, no cabe otra opción. Ha pasado días buscando la receta perfecta para hacer la tarta favorita de la pequeña, que tiene un gusto refinado para tener apenas cuatro años.
La última vez que intentó hacer el pastel perfecto no tuvo mucha suerte. Fue para el décimo cumpleaños de Alba, que había ido a pasar el día con Luis, Noelia y Hugo. Después cenaron todos juntos, también con Rubén.
Luna resultó ser una pinche muy entusiasta pero poco eficiente. Con tres años y medio estaba convencida de que podrían hacer una de esas tartas que veía en las pastelerías. Al ver que el resultado se iba alejando cada vez más, acabó decepcionada.
Ella estaba por aquel entonces embarazada de 24 semanas y cada paso que seguían de la receta, añadía un nuevo ingrediente a la lista de los muchos que le provocaban arcadas.
Ni siquiera la videollamada de emergencia a Belén pudo hacer mucho. La orgullosa abuela no hacía más que alabar a su nieta, encantada con los piropos y que prestaba más atención a su abuela que a las indicaciones de su madre.
Belén no podía más que sonreír llena de ternura al ver cómo Aitana resoplaba de lado para apartarse el flequillo con poco éxito.
-Mira, abu, mamá tiene un bebé en la tripa-repitió como cada vez que se cruzaba con alguien desde que hacía casi dos meses que lo sabía.
-Ya lo sé, mi vida. ¿Estás cuidándole mucho?
-Sí. Le doy besitos a mamá en la tripa y ella dice que el bebé sabe que son para él también.
Aitana sonrió dejando un beso en la cabeza de Luna, que aprovechó para levantarle el delantal para que su abuela pueda viera la tripa mejor. No contenta con ello, le levantó también la camiseta como le gustaba hacer para comprobar cómo se movía.
Luna pasó la mano por su vientre con una sonrisa pilla al darse cuenta de que le había manchado de harina.
-Se ha movido y me ha dado un poquito-rió desde su taburete alzando la cabeza hacia su madre.
-Te está diciendo hola.
-Pero se mueve poquito.
-Ya sabes que por la noche se mueve más-fue entonces cuando empezó a oler que su creación estaba a punto de convertirse en cenizas.
Aitana acabó decidiendo que ir a por una tarta a una pastelería sería lo mejor. Buscó en páginas de internet para ver si alguien podía hacerles una in extremis para ir a recoger por la tarde.
Aprovecharon para echar la siesta abrazadas en el sofá.
Luna era como un torbellino y muchas noches habían tenido que pelear con ella para que se durmiera.
Cuando por fin lo hizo, apoyada en su pecho y con una mano apoyada en su vientre, Aitana pensó que era imposible que pudiera quererla más.
Durante sus primeros meses de vida tuvo miedo de no poder llegar a quererla tanto como a Lucas, pero Luna se lo pone demasiado fácil.
Siempre está dispuesta a regalarle una sonrisa en el momento más inesperado y le encanta quedarse con ella abrazada sin hacer nada más que darse mimos.
Envolvieron con cuidado la manualidad que habían hecho como regalo para Alba de parte de Luna, que opinaba que el papel no era lo suficientemente colorido, así que lo llenó de pegatinas.
Por la tarde fueron a recoger la que Luna denominó la "tarta más maravillosa del mundo" y que Aitana tuvo que dejar en la balda más alta del frigorífico por miedo a que cualquiera de las dos quisiera catarla antes de que llegara la cumpleañera.
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Canción Desesperada (II)
RomanceSegunda parte de Canción Desesperada. 5 meses después. ¿Cuando lo has perdido casi todo, por qué merece la pena seguir?