Capítulo 23.

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[La explosión.]

No lo lean en público, les aviso.

Natalia.

Ardía, ardía demasiado como para soportarlo tan estoicamente como lo había soportado hasta ahora. Era como si alguien hubiese encendido una hoguera dentro de mis entrañas y el fuego ardiente estuviera astillando mis huesos. Dar un paso era como si mil agujas estuvieran clavándose en mi entrepierna y sentir que el aire impactaba en mi pecho era como si dos bolas de acero golpearan mis senos.

Necesitaba calmar eso de alguna manera, aunque fuese metida de cabeza en algún lago que estuviese a más frío hielo. Mis ojos encontraron la luna menguante reflejada en el negro que adquiría el agua en medio de una noche oscura, como si fuese posible que toda la oscuridad del mundo se concentrara en esa simple porción de agua.

—Puedo sentirte desde el otro lado de este apestoso pueblo. — Gruñó algo a mis espaldas. Un gemido gutural y lleno de furia. — Sentir tu olor es como si una jauría olieran a una perra en celo. — Los ojos amarillentos de Denise habían escrutado dentro de los míos y rompieron todo tipo de refuerzos a mi alma. — ¿Dónde está el pobre perro salivantes que te reclamó como suya?

—¿Denise? — Mi mejor amiga estaba haciendo mofa de la situación, una situación que se suponía, ella no conocía. — ¿Qué... qué... qué les pasó a tus ojos?

No había forma alguna de que en ese dorado gélido, pudiera encontrar rasgos algunos del dulce chocolate que alguna vez transmitieron sus ojos. Ahí, frente a mi no estaba mi mejor amiga, solo había alguien en quien primaba el deseo más puro de dañar. Esto no era mi mejor amiga y lo peor, es que el dolor físico no me permitía sentir dolor en el alma.

—Supongo que lo sabes.— Murmuró con una sonrisa lobuna en sus labios. — Al igual que sabes lo que te está pasando. — En un pestañeo, ella estaba frente a mí. — Como también debes saber con claridad, que tu olor es tan fuerte desde hace una hora, que cada lobo del pueblo es capaz de sentir que los llamas para tomarte como una perra cualquiera.

—Nadie se atrevería. — Gruñí enterrando las garras bajo tierra para no lanzar un gemido de dolor por esas dolorosas contracciones en mi sexo. — Tengo la marca de mi mate.

—Desde hace mucho tiempo que los lazos no son lo mismo, Natalia. — Se mofó. — Isaza me lo explicó que esa cretina que tienes todo el día colgando del brazo, es una milenaria que no se sabe adaptar a nada de las nuevas eras. — Isaza, ese cretino era el responsable de todo esto. — Y tú, solo eres el experimento de un encaprichamiento y una adquisición de poder. Eres solo un beta más para su colección de perros fieles.

Gruñí por lo bajo, sintiéndome completamente ofendida. —¡Cállate! — Rugí con furia, dejando entrever la naturaleza de mi poder. —¡Esta no eres tú! — El cuerpo se me curvó dolorosamente ante un espasmo despiadado en mi entrepierna. — Esta no es mi mejor amiga.

—Eres... eres... eres... — Parecía sorprendida, desplazada dentro de todo lo que conocía. — No puede ser...

No podía hacer más que deslizarme ante el oscuro rastro de agua para aliviar la piel que hervía sin consideración alguna por el contexto hostil que nos rodeaba. Sufría, era un sufrimiento que no escatimaba en intensidad alguna cuando mil cuchillas parecían lacerar mi piel, rompiendo todo tipo de resistencia que pudiese tener. Ya ni siquiera me importaba si Denise seguía ahí con la intención de dañarme; solo necesitaba que ese dolor pasara, que esa sensación de estar partiéndome a la mitad terminase por mermar sus fuerzas de alguna manera.

Mis sentidos se vieron completamente apabullados por el inmenso dolor de estar perdiendo mi piel, como si estuviera abriéndose por completo debido a la sumersión en un caldero al rojo vivo. No sentí nada de lo que pasaba a mi alrededor, ni siquiera sentí como fue que alguien se aproximó a mi y posó su mano en mi hombro.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora