El atrapasueños.

Prólogo

―¿Estás lista, cariño? ―le preguntó una mujer a su hija mayor mientras le daba un breve apretón de manos. La niña asintió con la cabeza mirando fijo a un adolescente sentado en una silla con cables en su cabeza. En una pantalla, el promedio de su CI iba aumentando cinco veces por segundo. Él tenía los ojos cerrados, mientras una gran cantidad de científicos andaban a su alrededor.

Caminaron juntas de la mano hasta una silla desocupada. Allí, el padre de la niña le dio un beso en la coronilla de la cabeza al mismo tiempo que abrazaba a su esposa embarazada.

―¿Nombre? ―preguntó una mujer con el cabello rubio por los hombros que vestía el mismo guardapolvo que el padre de la niña y los demás científicos.

―Keyra Peters. ―respondió la pelirroja desde la silla.

―¿Edad?

―Nueve años.

―Perfecto cariño. ―guardó sus notas en un bolsillo mirándola a través de sus lentes― Te daremos un calmante para dormirte y relajaremos tu mente, pondremos unos cables necesarios por esa zona para mantenerte en contacto y así sabremos tu nivel de IQ. ¿Estarás bien?

―Más que bien. ―sonrió ella cerrando los ojos. En menos de un segundo, comenzaron con su trabajo. Keyra se sometió a un lugar oscuro donde lo único normal era ella, pero luego, cayó por un precipicio hasta una zona nublada.

Estaba en el bosque, sola y muriendo de frío.

Corrió hacia una montaña de resina y con un fósforo la encendió. Antes de poder suspirar y calentarse, el escenario cambió y se vio en una montaña, rodeada de pumas.

Quieta y tranquila... no lo mires a los ojos. El instinto de los pumas es perseguir a sus presas.

―¡Está despertando! ―escuchó a lo lejos. Los pumas giraron la cabeza y fueron alejándose de la niña.

Keyra fue abriendo los ojos de a poco. Todos corrían de un lado a otro, es decir, de su silla a la del adolescente. Él seguía con los ojos cerrados, pero una vez que Keyra se incorporó, también lo hizo. Su pantalla indicaba 189%. Y la de Keyra, 190%.