28 | Promesas

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Tengo los nervios a flor de piel, considerando entre correr a la habitación de Artemisa y sacarla de este hospital o bien, pedir un sedante para mantenerme quieto las horas que dure la cirugía.

—¿Y cuánto tiempo piensa quedarse aquí? —espeta la hermana de Artemisa, mirándome con fastidio.

Antes de que pueda responder, la señora Graham la toma del brazo y murmura una disculpa, llevándosela al otro extremo de la sala de espera.

—Te odia —masculla Sadie, ofreciéndome un vaso de café.

—¿Lo notaste? —digo, con un toque de sarcasmo.

—Bueno, no es culpa de Kavala... simple y sencillamente, eres tú y toda tu condenada aura repelente.

Esbozo una sonrisa y doy un sorbo al café. —Mi condenada aura —repito—. La verdad es que ni yo lo habría podido decir mejor.

—Al menos hay alguien a quien no pudiste ahuyentar.

—Pero me tiene aquí, hundido en la impotencia y desesperación.

—Y la preocupación —añade—. Admítelo, Brax, estás preocupado por Missy.

Dejo escapar una exhalación y me dirijo hacia los sillones que adornan la estancia, aún no quiero reconocer ante nadie más que es cierto; estoy increíblemente preocupado por Artemisa y su cirugía.

—Es sólo el hecho de que yo la empujé aquí —digo—, yo convencí a Artemisa para que aceptara la cirugía y si algo sale mal... —no puedo ni siquiera terminar la frase, porque la sola idea de verme en este mundo sin esa niña hace que quiera tirarme de un acantilado.

Sadie parece darse cuenta de lo que me sucede, porque su mano toma la mía y me sonríe al mismo tiempo que me mira con cariño y calidez.

—Brax, por más que lo intentes, no puedes seguir ocultando la magnífica persona que eres en realidad.

—Sadie...

—Eres un hombre admirable, con un hermoso corazón... aunque intentes parecer un imbécil de mierda, la verdad es que, no eres más que una agradable y sorpresiva versión de un príncipe.

—Ja —me burlo—. No soy un jodido príncipe.

—Lo eres —afirma—. Y esa versión está escondida muy por debajo de toda esa mierda que siempre intentas mantener por encima de todo.

Justo estoy por responderle, pero el doctor Donovan hace su gloriosa entrada.

—Familia Graham, ¿estamos listos para... —su voz se apaga cuando sus ojos se encuentran con los míos y hace un mohín de desagrado.

—Doctor —saludo, estirando el brazo para un apretón que no me hace ninguna gracia.

Exhalando, Donovan responde mi saludo y el ambiente se pone aún más tenso de lo que había estado antes.

—Doctor, ¿cuánto durará la cirugía? —pregunta el señor Graham.

—No puedo decirle con exactitud —responde Donovan, moviendo sus ojos hacia el padre de Artemisa—. En estos momentos, están preparando a Artemisa para llevarla al quirófano y de ahí, deberán tener mucha paciencia.

—¿Podemos verla por sólo unos minutos? —hay un cierto temblor en la voz de la señora Graham, pero sus ojos se iluminan cuando el médico asiente en respuesta.

Haciéndome a un lado, vuelvo a sentarme en el sillón, Sadie me sigue y copia mi acción.

Menos de tres segundos, la señora Graham se para delante de mí y me tiende la mano.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora