Al día siguiente por la tarde, Alexa y Catherine quedaron en verse en casa de la segunda. Cuando su amiga llegó, la pelirroja la recibió con una sonrisa. Ambas iban vestidas con ropa cómoda, ni muy elegante ni demasiado informal. La morena entró en la vivienda y accedió directamente al pasillo que las conduciría al salón.
—Deberías mudarte ahora que tienes un buen sueldo —sugirió Alexa.
—Prefiero ahorrar y centrarme en otras cosas antes.
Se sentaron en el sofá y Catherine quitó la televisión para hablar con tranquilidad con su amiga.
—Bueno, cuéntame, ¿cómo fue anoche? Supongo que bien porque decidiste convertirte en socia, pero quiero todos los detalles. —No dejó de gesticular mientras hablaba.
Alexa sonrió no solo por su amiga, que parecía incluso más emocionada que ella, sino por lo sucedido con Dante. Como era de esperar no pudo conocer su nombre, pero quizá si le preguntaba a Catherine...
—Me dejó con ganas de mucho más... Solo estuvimos hablando, pero la química se notaba en el ambiente. Me siento mal por no haber pensado en Travis desde que nos separamos.
—¿Y sabes cómo le fue a él? ¿Te ha contado algo?
—Aún no, creo que ambos necesitábamos procesar todo antes de comunicarnos, aunque yo le dije que no hice nada con el desconocido.
—Bueno, dale algo de tiempo, quizá las emociones fuertes le han dejado un poco trastocado.
Alexa quedó pensativa unos instantes. Si lo que su amiga le dijo era cierto, ¿debía suponer que él si se había acostado con alguna mujer? En ese caso esperaba que se lo contara lo antes posible, no solo por calmar su curiosidad, sino por hacer bien las cosas entre los dos.
—Cuando me despedí de Dante no pude evitar ir a buscarte para que me informaras un poco mejor sobre cómo volver.
—Espera un momento —dijo lentamente la pelirroja—. ¿Has dicho Dante?
Entrecerró los ojos y Alexa la miró confundida.
—Sí... ¿Qué pasa?
Que su amiga guardara silencio no le dijo nada bueno, pero fue peor cuando volvió a hablar.
—Nada, no pasa nada, solo me ha sorprendido.
—¿Por qué? ¿Hay algo que deba saber?
—Si fuera el caso no podría decírtelo, ya lo sabes. —Catherine frunció los labios.
Estaba conteniéndose para no cometer una imprudencia. Si su amiga casi nombra a su novio por su nombre real durante la primera noche, la segunda vez que fuera, si conocía la identidad real de Dante, seguro que metía la pata. Y aunque su jefe no podría saber que era amiga suya, todo se acababa sabiendo y Catherine no podía exponerse de esa forma. No cuando toda su confianza la había depositado en ella.
—De todas formas —añadió—, te aseguro que no es un mal tío.
Le dedicó un guiño y una sonrisa que Alexa correspondió.
···
June estaba sentado sobre la silla, ante su escritorio dentro del despacho del club, y se desabrochó el único botón que seguía intacto de su chaqueta azul marino. No llevaba corbata, se podía permitir ese lujo los domingos, ya que el resto de la semana solía llevar eso o una pajarita, dependiendo de la ocasión. Colocó los dedos índice y medio sobre la zona entre los labios y su barbilla, pensativo, recordando los acontecimientos de la noche. Tras las primera semana tomó la decisión de elegir un nombre ficticio con el que poder pasearse por el club sin que nadie, salvo sus empleados, supieran que era el dueño del lugar. A veces lo hacía y era cuando en su identificación solo constaba la palabra staff, sin un nombre por el que acudir a él. Gabrielle hizo lo mismo hasta que decidió probar, antes que él, las mieles que podía ofrecer La Fruta Prohibida.
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La Fruta Prohibida: El club nocturno
RomanceUn club nocturno abre sus puertas y se convierte en el mayor centro de ocio y perversión de la ciudad, o al menos eso es lo que cuentan las malas lenguas. Sin embargo, La Fruta Prohibida es mucho más que eso. ...