Domingo, 18 de octubre (aún).
Oscureció hace poco más de una hora y tuve que encender mi flexo para seguir estudiando. Mi concentración no está en su mejor momento, pero al ojear los apuntes y pasarlos a limpio siento que al menos lo intento. Aunque la mayor parte de la tarde la he pasado haciendo pausas, buscando excusas para descansar la vista y haciendo estiramientos.
Al final me doy por vencida.
Supongo que hay ocasiones en las que es imposible rendir. Me consuela pensar que hasta ahora he trabajado mucho y llevo al día la mayoría de asignaturas.
Me incorporo. Me apetece ensayar; llevo muchas horas seguidas en el escritorio. Sin embargo, creo que el viernes y el sábado bailé suficiente y tampoco quiero fatigarme... eso podría conllevar lesiones. Quizá podría escribir un poco.
Mi teléfono se ilumina al recibir una llamada.
—¿Sí?
—¿Amélie Guillard?
—La misma.
—Soy de la empresa de mensajería del campus. Tenemos un paquete para usted —me informa una voz—. ¿Está en su residencia?
Enarco una ceja. ¿Un paquete? No recuerdo haber pedido nada.
—Bien sûr.
—Nuestra repartidora la llamará en menos de diez minutos, señora Guillard.
—De acuerdo. Merci.
—¡A usted!
Cuelgo y queda abierto el historial de llamadas. Las anteriores a la de la empresa de mensajería son de Fareeha. Hablé con Angela, con Satya y con mi familia, pero con ella no.
Bueno. Ya tengo algo con lo que entretenerme en este domingo tan aburrido.
La llamo.
—¡Amélie! —chilla con alegría. Alejo el dispositivo de mi oído y lo vuelvo a acercar poco a poco, con precaución.
Me parece oír una voz diciendo algo más, aunque el sonido está alejado y distorsionado.
—¿Cómo estás, Fareeha? Tenía algunas llamadas tuyas y...
—¡No, no pares ahora!
¿Perdón?
—Espera un momento, ḥabībti —oigo que murmura la egipcia. Frunzo el ceño. ¿¡Está con Brigitte!? Alza el tono para volver a dirigirse a mí—: Amélie, te juro que hice todo lo posible para que mi madre no te expulsase del consejo estudiantil. ¿La convencí? No he hablado con ella desde el viernes.
—Oui, la convenciste —corroboro, súbitamente asustada. ¿Pensaban expulsarme? Creía que Katya se había inventado esa parte en un intento desesperado por doblegarme.
Me alegro más que nunca de haber apoyado a Fareeha con los entrenamientos y con la tontería del baile sueco. Una expulsión habría afectado muchísimo a la imagen de mi familia... y a mi futuro. Ni siquiera entiendo el motivo para tomar unas medidas tan drásticas contra mí. ¿Hubo más mentiras por parte de Katya de las que conozco? Pero ¿qué puede haberse inventado que sea tan grave?
—Fareehaaaaaa... —escucho de fondo. Hay risitas y creo que un beso.
Sí, definitivamente está con Brigitte. En buen momento he llamado.
—Entiendo... Merci por tu apoyo, Fareeha. Te debo una —le digo rápidamente, con ganas de colgar y dejar que siga con su cita (o lo que sea)—. Eres una buena amiga. Las cosas están tensas todavía, aunque no creo que vayan a peor. Trabajo en solucionarlo.
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Suave como la seda [Overwatch]
FanfictionAmélie, una estudiante de artes escénicas en la prestigiosa universidad femenina de Overwatch, mide cuanto hace y dice para dejar en buen lugar a su familia. Tiene la ventaja de ser muy popular, pero le da pánico que alguien descubra su pasión por e...