単一の章

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El antiguo Japón era invadido por una tristeza, una que nadie podía ignorar, que cada uno sentía en carne propia, que cada uno de los habitantes padecía.
Y no era para menos, con feudales librando batallas en las que muchos guerreros morían.
Todo era gris, y no había pizca de luz.

Sin embargo, había algo que parecía aparte de esa tristeza.
Un bosque, un hermoso bosque que la guerra no había podido alcanzar, lleno de frondosos árboles.

Todos florencían, todos menos uno, estaba lleno de vida, pero no florecía, en sus ramas nunca aparecían flores.
Los animales no se acercaban por miedo, y la hierba a su alrededor no crecía.

Según la leyenda, un hada de los bosques se conmovió al ver la apariencia vieja del árbol.
Una noche ella apareció, y le hizo saber que ansiaba con verlo frondoso. Le hizo una propuesta, que consistía en que usaría sus poderes, este duraría 20 años. Durante ese periodo, el árbol podía sentir al igual que siente un corazón humano.
Con este hechizo el árbol podría convertirse tanto en planta como en humano, indistintamente, cuando el lo deseara.
Pero había una condición, en el periodo de los 20 años el debía recobrar su vitalidad y brillo, y si no lo hacia moriría inmediatamente.

El árbol lo intento, probo quedarse un tiempo como hombre, para ver si las emociones humanas lo ayudaban a florecer, pero esto no pasaba, el no veía nada mas que odio y guerra a su alrededor, por lo cual prefería ser árbol.

El tiempo pasaba, y pasaba, y el seguía como siempre, y a su alrededor ninguno de los seres humanos lograba sacarlo de ese estado, entre tanto gris no había encontrado su liberación.

[...]

Era la tarde, el cielo estaba gris y por la calle las personas caminaban indiferentes, con sus expresiones cansadas y tristes.
A veces el pensaba, porque ellos seguían ahí, fingiendo que todo estaba bien, o que en un futuro podría estarlo.
Como podían aguantar de pie horas de trabajo, esos trabajos que no les gustaban y los hacia mas infelices.
Como algunos se veían florecidos entre tantas flores marchitas.

A veces pensaba que en realidad había algo especial, que cada uno tenia un motor, que tal vez el árbol que estaba a cuatro metros y de el florecian violetas con mucha vida y alegria, era a causa de Akira, quien siempre se sentaba a su lado a leer sus libros mientras el aroma floral invadía sus fosas nasales, y de vez en cuando acariciaba sus pétalos.

Esa tarde se convirtió en humano, dirigiéndose hacia un arroyo cristalino, tal vez en el fondo de su ser buscaba ese motor que parecía todos tener.

Allí encontró a un joven de una belleza tallada a mano, era distinto a los demás ciudadanos, y con una mirada del joven logro cautivarlo.
Sus rizos se movían lentamente por la suave brisa, y su mirada estaba fija en un libro de amor.
Creyó en ese momento, y tal vez por el resto de su vida, que de todo lo que había visto, el joven era lo mas hermoso que sus ojos alguna vez pudieron capturar.

Se acerco lentamente al banco donde posaba el bello joven, y sus miradas se conectaron por un buen momento, el tiempo tal vez por arte de magia se había parado pero de igual manera a ninguno de los dos le importaba.

Unos rayos de sol aparecieron repentinamente, o tal vez habían pasado varios largos minutos conectando sus miradas como para ver el cielo despejado.
El sol los comenzó a iluminar, haciendo que el morocho joven aprecie los ojos color miel de el contrario, y que el castaño aprecie la piel canela y los morochos rizos de el menor.

- Manueru (マヌエル- Manuel)- dijo el castaño con una calida sonrisa, mientras extendía su mano.

El morocho marco la ultima pagina del libro que había leído, y lo cerro para poder darle la mano al chico de ojos miel.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2023 ⏰

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