6. Me gusta eso.

451 45 16
                                    

Narra Amber: Para la cita que había planeado con Alex quería ponerme algo diferente a mis típicos jeans y sudaderas holgadas, quería arreglarme un poco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narra Amber: Para la cita que había planeado con Alex quería ponerme algo diferente a mis típicos jeans y sudaderas holgadas, quería arreglarme un poco. Así que había decidido salir de compras.

No suelo ir al centro comercial pues no es lo mío, entrar a los probadores, mirarme al espejo y probarme esa prenda hermosa que encontré a la primera.
Nunca encuentro algo que me guste y cuando lo hago casi nunca hay talle para alguien como yo, lo que realmente me frustra, pero de todas formas, me quiero ver linda o un poco más arreglada al menos.

Me estaba probando un vestido, de color negro, largo hasta las rodillas, pero tenía una abertura en una de las piernas y además era de hombros descubiertos. Se que quizás haga un poco de frío, pero con unas medias, unas botas y un lindo abrigo seguro estaré bien, pero hay un problema, mis pechos son muy grandes para esto y realmente me apretaba al respirar.

—Disculpa— le dije a la vendedora y ella me miró, de los pies a la cabeza y me sentí muy incómoda de un momento a otro.
Ella era alta, esbelta, con cabello rubio y unos ojos azules increíblemente grandes, me sentí fea de solo mirarla.

—¿Qué necesitas?— ella no sonaba amable y eso ya me dificultó expresarme.

—¿Hay un talle más de este?— señale el vestido que traía puesto y ella me miró con desprecio.

Okey, ya me quiero ir.

—¿Qué talle traes puesto?

—Cuarenta y cuatro— respondí muy rápido, me quiero ir, quiero tomar mis cosas y correr hacia casa, ponerme lo más holgado que encuentre y esconderme bajo mi acolchado.

—No, no hay más grande que ese— me dijo y yo asentí, pues entendí.

—Que pena— susurré e iba a meterme dentro del probador de nuevo para quitármelo, pero la vendedora tenía ganas de hacerme sentir como la mierda un poco más.

—Quizás si adelgazarás podrías comprarte algo mejor, las dietas no matan— me pisoteó y dejo mi bajo autoestima aún más bajo.

La miré a los ojos una última vez y después cerré la cortina del probador.
Me quite el vestido lo más rápido posible, tire de la tela y quise arrancármela, romperla y tirársela en la cara a esa maldita perra, pero no, no tengo tanta valentía.
Puse el vestido perfectamente en su percha y luego me puse mi ropa. Me miré al espejo, obviamente observando todos mis defectos, mi rollo, mi cabello despeinado, mis ojeras, mi cara cansada y como parezco más grande de los que soy, solo tengo 17, pero de todas formas, me siento mucho más vieja.
Aún así, me puse seria, fingí todo la confianza que no me tengo y salí del probador con la frente en alto, lista para el combate.

Me dirigí a donde estaban las vendedoras y arrojé el vestido sobre el mostrador, luego, salí de la tienda, alejándome despacio, con la espalda derecha y pude sentir como mi disfraz iba cediendo hasta que salí de la tienda y me dirigí a las escaleras mecánicas, donde relajé mis hombros, tragando saliva, tragándome las ganas de llorar y decidí que nunca más volvería a comprar ropa en la sección de chicas, menos en esa tienda y comprendí que mi destino era parecer una bolsa de papas.
[...]
Lloré en el hombro de Keila, mientras sujetaba mi toalla con fuerza y sentía los brazos de mi amiga rodear mis hombros, mientras trataba de consolarme.

Amber's head Donde viven las historias. Descúbrelo ahora