Capítulo 11/?

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Su sonrisa llegaba hasta mí a través de la poca distancia entre ambos. Una sonrisa demasiado espléndida como para desgastarla, pero él quería dármela a mí y sólo a mí, haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago.

Luego tomó mi mano y sentí que pude tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando él puso mi nombre en sus labios, y ahora era mi sonrisa la que se expandía por mi rostro.

—¿Quién más puede hacerte sentir esto? —me preguntó, con su voz de terciopelo.

Era la primera vez que soñaba con él, con Christopher.

Suspiré con la cara enterrada en la almohada. Alcé mi cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados en mi frente.

Hoy era sábado.

Recordé angustiado el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contárselo a alguien, porque si no lo hacía, sentía que explotaría tarde o temprano.

[...]

Me levanté y me arreglé en media hora, y tecleé sobre la pantalla de su celular el número de Felix. ¿Quién mejor que él para entender esta situación?

—¿Hola? —me contestó, desde el otro lado de la línea.

—Fefi, ¿podemos vernos hoy? —pregunté

—Oh, claro, dime en dónde y a qué hora.

—En la plaza, en una hora y media, ¿está bien?

—Perfecto, ¿puedo preguntar para qué?

—Te digo cuando te vea, por favor.

—Está bien.

Trunqué la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios méritos me costaba trabajo.

Tomé un taxi que tardó casi una hora en llegar, y pagué con el dinero que había salido de mi cartera, o mejor dicho, que Binnie había colocado ahí para mi uso.

Bajé y me adentré en el motín de gente que circulaba bajo el cielo ahora alegre y despejado de nubes, contrastando con el día de ayer. Me senté en una banquita negra que estaba vacía por puro milagro, como si aguardara para mí.

Le regalé un suspiró al aire y después miré arriba, probablemente sería el día más feliz para la ciudad. Las nubes blancas que surcaban el cielo se veían considerablemente bellas.

Comencé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba por Lix, quien hasta el día de hoy se había vuelto mi confidente: nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción.

Estaba dispuesto a decirle todo con punto y coma, y eso incluía aceptar que Chris me atraía y bastante.

[...]

Después de 30 minutos, Felix apareció entre el tumulto de gente. Su camisa negra y su cabello plateado fue lo que alcancé a distinguir primero.

—¡Lix, aquí!

Manoteé para que me viera y no sólo logré llamar su atención, sino que también la de algunas otras personas desconocidas para mí, que me miraron extrañados por haber gritado.

Me encogí en mi lugar un tanto cohibido, y aún así Felix alcanzó a mirarme y se acercó, sonriéndome.

—¡Hola!

—Qué bueno que llegaste —dije, y lo invité a sentarse a mi lado con la mano.

—Dime, ¿qué pasa?

Manuel de l'interdit [Banginho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora