32. El peso de la corona aplasta su sonrisa.

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Abro los ojos al escuchar la puerta de la habitación.

Vincent no llegó a dormir anoche. Debe estar con alguna prostituta o con lady Edith.

Agradezco que no esté aquí, prefiero no verlo.

Catherine entra a la habitación y me sonríe.

Hace dos semanas que dió a luz nos dimos cuenta de que la gran barriga de embarazo se debía a que Catherine llevaba a dos bebés es su vientre. Desgraciadamente uno de ellos no logró vivir. Intenté convencerla de que dejara el trabajo por unos días, pero se resistió diciendo que podía seguir a pesar de lo sucedido.

-Hace años que no la encontraba dormida cuando llegaba a ayudarla.

-No dormí muy bien por la noche- le regreso la sonrisa y me incorporo para quedar de pie.

-¿Quiere que ordene su habitación primero o la ayudo a vestirse?

-Vestirme, y así te dejo la habitación para que te encargues- asiento- luego tengo que ir a la junta del consejo.

Catherine asiente y me ofrece dos vestidos, normalmente si no hay nada importante opto por un vestido menos pesado y simple, pero hoy es un día importante para mi.

Por la noche decidí que estaba cansada de esto y decidí la gobernante que necesito, no con mi país, si no con mi propia vida.

No puedo creer que tenga el poder para ordenarle a un país entero que hacer pero no pueda hacerme notar ante un hombre que se hace llamar mi esposo.

Elijo el vestido color vino y mi collar de rubíes.

Al estar lista dejo a Catherine sola y me voy directo a la cocina ya que la hora del almuerzo debe estar transcurriendo ahora mismo.

No quiero verle la cara a nadie aún.

Atravieso las puertas de madera al darme cuenta de que no hay nadie viendo y lo primero que veo son las miradas de todos seis cocineros.

Parece que nadie estaba cocinando, si no más bien recogiendo la cocina.

-Majestad ¿necesita algo?- pregunta el hombre canoso que me ayudó el día que Vincent intentó golpearme.

-Yo me encargo, Alfred- dice una voz conocida- Ustedes vayan a su descanso.

Sebastian se incorpora de estar agachado acomodando cajas de frutas y parece que los demás cocineros están felices de que se ofreciera.

Una vez que estos salen, Sebastian me sonríe.

-¿La comida no fue suficiente y busca más?

Niego-En realidad acabo de salir de mi habitación. Estoy en ayuno- me recargo en la mesa y lo miro de arriba a abajo notando que lleva el uniforme de la cocina.

-No tenía que inventar eso, si fuera asquerosamente rico también querría otro bocado de comida- dice mirándome.

Lleva el rostro serio pero no parece verme con el desprecio de antes.

-¿Ahora no le desagrado? Creí que odiaba pasar tiempo conmigo, pero ahora se ofrece a prepararme el desayuno.

Veo como al decir eso se acerca a la comida sobrante y comienza a poner un plato preparado frente a mi.

Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora