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Estamos en Diciembre y por definición eso quiere decir días grises y nublados, sobretodo si vives en Madrid. Pero eso no es lo peor, lo peor es que se acerca Navidad y todo el mundo parece tener una necesidad incontrolable de sonreír y ser feliz, ¿acaso no pueden respetar la tristeza ajena? O quizás es que simplemente ella misma debería intentar no sentirse así.

Natalia entró en casa, esa que ahora se limitaba a unas paredes vacías y frías, muy frías, suspiró y encendió las luces pues a esa hora ya no entraba nada de sol por las ventanas. Habían elegido ese apartamento porque daba al este y le había dicho que así tendría toda la luz que necesitaba para pintar. ¿Tendría ahora esta misma luz donde vivía? María le había asegurado que no estaba mal, que era más pequeño, pero acogedor. Miró hacia la esquina, ahí iba su caballete y aquel taburete de madera con el que se golpeaba más veces de las que le habría gustado. Echaba de menos protestar por eso y que sus pinceles acabaran por cualquier lado. ¿Qué les había pasado? Natalia lo sabía, claro que lo sabía.

- Hola cariño, ¿has estado bien solito? – Figaro había ido a buscarla al ver que no se había movido de la puerta del comedor y ronroneaba entre sus piernas – Ven aquí monstruo.

Aquel gato la había salvado, él no era consciente pero su compañía era una de las pocas cosas que la habían mantenido a flote en esos días en que hundirse en el mar no le parecía tan mala opción. Es que sin ella no era lo mismo. Aunque ahora ya había aprendido que no acababa la vida, simplemente no era lo mismo.

Le dio un beso en la cabecita al peque y se sentaron juntos en el sofá acariciando la mancha de vino, aquella que un día fue motivo de risas. Su risa, si a Natalia le preguntaban que es lo que más echaba de menos podría afirmar que su risa, porque fue lo primero que perdió antes incluso de perderla a ella. Cerró los ojos intentando localizarla en algún cajón de recuerdos cerrados de su mente, no iba mucho por ahí últimamente, mirar hacia adelante y encontrarse a ella misma, es lo que María le había dicho que hiciera si quería de verdad recuperarla. Ahí estaban, ellas dos en ese sofá, bebiendo una copa de vino para celebrar que por fin tenía el trabajo que tanto había querido. De fondo sonaba una música que no podía identificar y por encima de todo su risa en los besos. La copa se le resbaló de entre los dedos, imposible que no pasara cuando tenía sus labios en los suyos, y ella chilló riendo aún más fuerte. Buceó un rato más en ese momento y luego lo guardó, ya vale de pasado, hizo un par de respiraciones para reencontrarse en su presente y abrió los ojos. Ahí seguía, en su apartamento vacío y al lado de esa mancha rojiza que apenas se notaba ya. Como la presencia de Alba en ese lugar que día a día se iba difuminando aunque ella se esforzara en que no se borrara del todo. 

- No tengo hambre Figaro. – dijo por dejar de pensar un rato y escuchar aunque fuera su propia voz en ese enorme silencio – Si María se entera que de nuevo no ceno va a venir a buscarme de la oreja.

El gato blanco y negro la miraba con esos ojos brillantes, tenían un color que a veces podía confundir con los de ella. Siempre dicen que son intuitivos y que se quedan a tu lado hasta que estás bien, ella lo afirmaba, Fígaro se acercó a su cara y le dio un par de lametones antes de recostarse de nuevo en su regazo para que supiera que no pasaba nada, que él estaba con ella mientras iba curando su corazón destrozado por sus propias acciones.

- ¿Crees que me echa de menos? – Fígaro simplemente la miró como si quisiera que supiera que sí, que la echaba tanto de menos como ella, Natalia le acarició la cabecita sonriendo – Hoy es...


***


Dejó los pinceles en esa taza que servía de recipiente para limpiarlos, llevaba toda la tarde intentando que aquel lienzo se convirtiera en algo y solo había logrado convertirlo en algo para tirar a la basura. Hoy no tenía la cabeza ni los sentimientos en la sintonía que necesitaba para pintar y lo sabía, pero es que justamente hoy hacia un mes que se había ido y por un momento creyó que podría aliviar esa especie de peso que llevaba en el pecho pintando, pero no. Suspiró mirando al techo, había sido la mejor decisión, lo sabía, sus amigas lo sabían e incluso Natalia lo sabía, pero un mes mas tarde aun no dejaba de doler. La echaba tanto de menos y quería tanto que fuera a buscarla de esa manera tan loca que solía hacer ella las cosas, cuando aún era ella y no la persona en la que se convirtió.

CALENDARIO DE ADVIENTO ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora