23. Mom.

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{Luke}

¡Que viva el rey! –

¡Que viva! – Corearon al mismo tiempo. Estallaron a reír idiotamente por el efecto del alcohol. Comencé a perder mi paciencia. Estar aquí me daba urticaria. El callejón estaba vacío a excepción del maldito grupo de ebrios que me había reconocido y se me había abalanzado en busca de algo que meterse en las venas. Eran las doce del día, y el sol aun no asomaba por ningún lado. New York estaba nublado, y malditamente helado. Estábamos llegando a fines de octubre. En los barrios bajos parecía hacer mucho más frío, las calles de Bronx estaban desoladas, y no se escuchaba ni un murmullo. Probablemente un asesinato de la noche anterior, o un próximo enfrentamiento de pandilleros, la verdad es que no me importaba en lo más mínimo. Aceleré el paso. El edificio estaba casi igual a como lo recordaba, después de todo había pasado la mitad de mi infancia metido aquí buscando a Robert cuando ya se hacía tarde y no volvía a casa. Recordé como mi madre se ponía de los nervios, y se angustiaba al solo pensar que podría haberse metido con la persona incorrecta al apostar.

Vaya mierda.

Bufé.

El grandulón de la entrada había sido cambiado por un chico más joven. Ya no era el mismo, claro. Ahora había un chico de unos quince años cuidando la entrada. ¿Estaban de coña? El tipo media como mucho 1,63 y tenía la misma masa muscular que Mara. Creo que hasta Mara tendría más bíceps que él. Unos grandes frenillos que sobre salían de su boca, y el cabello pegado a la frente, además de un leve temblor en sus manos. Me aproximé hasta la entrada, y él me impidió el paso.

Gruñí.

Quita, niño –

¿Qu-quien eres tú?  - Me miró con los ojos entrecerrados.

Soy el conejo de pascua, ¿No te jode? Anda, dejame pasar –

No puedes entrar – Balbuceó torpemente.

Aparta –

No. No puedes entrar, ya te lo dije –

No me toques los huevos –Gruñí – Apartate de la puerta, niñato estúpido. No creas que el brazo me temblará en ponerte una buena tunda. Sal de aquí.

Noté un leve temblor en su barbilla. ¿Habían puesto a este a cuidar la entrada? Ala, que inteligencia.

El chico se mantuvo firme, tragó fuerte e intentó aparentar valentía.

Vete o llamaré a… - Le pegué un guantazo flojo, con el dorso de la mano. Aunque no fue lo suficientemente fuerte, lo mandé a tierra en dos segundos. El chico lloriqueó y yo pasé de él. Empujé la pesada puerta de acero, y entré. Adentro olía horrible, a chuchos, para ser exactos. El deposito abandonado siempre había sido un buen lugar para las peleas de perros. Arriba, en la primera planta todo era tranquilo. Solo unos cuantos tipos jugando póker en una mesa, en la esquina.  Al cerrar la puerta, todos voltearon en mi dirección.

¿Dónde está? – Bramé.

¡Eh! – Habló Rick, el calvo de los tatuajes en el cráneo – ¡Que ha llegado el crío de Robert! – Anunció a los de la mesa. Todos rieron. Los reconocí poco a poco, Rick, Fred, Tyson, Morgan, Harrison.

¿O debería decir el crío de Max? – Gritó Fred riendo.

Bufé – Venga. ¿Dónde está el?

¿Quién, tu padre? –

Ese no es mi padre – Gruñí, parado a un lado de la mesa.

¿Saliste de sus huevos después de todo, no? – Se carcajearon. –Al igual como tu otro hermano, y el que es igual a ti.

The only reason {Luke brooks} (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora