―Tienes que parar esta mierda, hombre.
Mew parpadeó hacia su hermana, tratando de averiguar de qué jodidos estaba hablando. ―¿Huh?
―Todo este asunto de mierda depresivo-evasivo-centrado en ti mismo. Ya no funciona. Perdiste la casa. Es duro. Estás teniendo unos días de mierda en el trabajo porque estás jodido. Gran cosa. Tuviste el mal gusto de salir con un cabrón psicópata quema casas. Supéralo.
Él la miró. ―Estás siendo de mucha ayuda.
Gominola se dejó caer en su regazo. ―Sí. Lo estoy. Art es un imbécil. Está desaparecido y la policía no puede hacer mucho. ¿Qué quieres? ―Ella le dio un golpecito justo en la nariz―. Y no puedes decir ́mi casa de regreso,' porque uno, no puedes tenerla y dos, esa es una respuesta cobarde.
―Quiero que me dejes en paz.
Ella le dio un manotazo. ―Esfuérzate más.―Quiero dejarlo todo.
Ella inclinó la cabeza. ―¿Tu relación con Gulf? ¿La responsabilidad de los niños? Porque ahora sería el momento de hacer eso.
―No. ―No, de eso estaba seguro. No quería joderla tratando de lidiar con Gulf, la casa y todos los planes, pero eso no era cosa de Gulf. Esa era su mierda.
―Entonces, ¿qué? céntrate, Mew. ¿Qué quieres dejar de lado?
―La ciudad. Las horas en Dejeuner. Quiero... ―Suspiró y Joom le dio un golpecito en las costillas.
―Sigue adelante.
―Quiero a los niños conmigo. Quiero ver a Gulf. Quiero estar más cerca de Mark y Sara para que poder tener algún tiempo de adultos con mi pareja. Quiero un pequeño restaurante de mi propiedad para que los niños puedan venir a verme. Quiero una casa sin costosas y lujosas bañeras de mármol aunque la verdad es que nunca me gustaron. ¡Quiero un maldito perro!
―¿Entonces por qué no lo haces?
―¿Qué? ―Lo que ella decía, no tenía ningún sentido.
―¿Por qué no vas a buscar a tu familia y consigues esas cosas, idiota? Tienes dinero, eres joven y estás sano, y todo. ―Joom no se estaba riendo ahora―. Ve a recuperar tu vida y deja de revolcarte en tu propia depresión.
―Oh, ¡jódete, perra!
Joom se rio por su arrebato. ―¿Te sientes mejor, hombre?
Él la miró, se echó a reír, sintiendo su pecho más ligero. ―Sí.
Ella lo abrazó. ―Debes escucharme más a menudo, ya sabes.
―Yo... ―Ella estaba en lo cierto―. Te odio.
―Lo sé. Es una mierda, tío, pero es lo que hay. No puedes estar lamentándote por siempre... tienes bebés que criar.
―Sí. Tengo que verlos.
―Ve esta noche. Te necesitan.Mew asintió, su cerebro haciendo los planes que había querido hacer desde hacía meses, pero que no había tenido el coraje de ponerlos en práctica. Cogió su teléfono, tenía que hacer algunas llamadas.
Apenas se dio cuenta del suave susurro de Joom. ―Resérvame una habitación para cuando los visite, Mew.
Mew llegó a casa de Mark cerca de la dos de la mañana y logró entrar con la llave oculta en la maceta de las Cannas. Había llamado esta tarde, avisándolos que iba a ir. Tenía que ver a sus hijos. Tenía que ver a Gulf. Tenían que hablar. No era justo hacer conducir a Gulf a la ciudad con dos niños pequeños en un coche de alquiler, cuando podía conducir aquí después del trabajo.