Capítulo 10

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Epílogo

Alex miró al rostro de su hijo y sintió un sentimiento indescriptible de gozo.

Con su cabello castaño y ojos avellana, Jeffrey Tobin Heath-Morgan era el bebé más hermoso que había visto nunca.

Su bisabuelo había estado de acuerdo con ella.

Llevaba días con ellas, rondándolas cada vez que tocaba una toma o un cambio de pañales.

Verlos a los dos juntos había sido una revelación. La conexión que tenía con él aunque no fuera su nieto de sangre era hermoso. Tobin y ella habían buscado al donador más parecido en genes a Tobin.

Durante algún tiempo se había sentido un poco intimidada por el abuelo de Tobin, pero el nacimiento del niño lo había cambiado todo.

También sabía lo que tenía que hacer.

Como ya habían terminado con las celebraciones del bautizo y todos los invitados se habían marchado, podría decirles a Tobin y a Jeffrey lo que había decidido.

Abuelo y nieta llamaron a la puerta de la habitación del niño y entraron.

Alex se lo entregó al anciano, antes de cederle su lugar en la mecedora. Entonces, se acercó a la cómoda para recoger los papeles que había dejado allí.

—¿Qué es eso?—preguntó Tobin.

—¿Por qué no los lees y lo ves por ti misma?

Tobin leyó los papeles con expresión atónita.

Sin terminar, levantó la vista y la miró.

—¿De verdad quieres hacer esto?

—Ya está hecho.

—¿De qué se trata?

—Ha donado el rancho a la Oficina de Asuntos Indios—dijo Tobin—Será un rancho para que se rehabiliten los chicos indios que se merecen una segunda oportunidad.

—El Rancho Heath—afirmó ella.

—¿Y la familia de Servando?

— He hablado con ellos, Tobin. Le expliqué lo que quería hacer y por qué. Fue una de las conversaciones más difíciles que he tenido en toda mi vida, pero les dije que iba a hacerlo tanto si me daban su aprobación como si no. ¿Sabes lo que dijo el padre de Servando?

—No.

—Me dijo que era lo mejor que podría haber hecho y que, si lo hubiera hecho él hace muchos años, Servando podría haber llevado una vida diferente y que incluso podría seguir vivo.

—¿Y su madre?

—Al principio, no había dicho mucho, pero me llamó al día siguiente y me dio su aprobación. Me contó que amar a tu padre estuvo mal, pero que había sido un buen hombre y que esto sería un bonito tributo para él. También me preguntó si serías capaz de perdonarla por haberte culpado de todo la noche que tu padre murió. Me dijo que era una culpa con la que tú nunca deberías haber cargado. Después de tanto tiempo, creo que por fin hemos hecho las paces—añadió, con los ojos llenos de lágrimas.

—Has hecho una cosa muy bien, pero creo que hay que hacer un cambio—afirmó Jeffrey.

—¿De qué se trata?

—Creo que debería llamarse Rancho Heath-Carrasco. Así sería el tributo que debe ser.

—¿Estás seguro?—le preguntó Alex, arrodillándose a su lado.

—Claro que sí, hija mía—respondió Jeffrey— Ningún tributo al pasado está completo si se desecha parte de la historia.

—Así se llamará. Tal vez un día nuestro hijo se ocupará de dirigirlo.

Los tres miraron al niño, que dormía plácidamente en brazos de su bisabuelo.

El pequeño tenía un legado muy rico a sus espaldas.

Entonces, Alex sonrió.

—Tobin, creo que tu abuelo puede ocuparse del niño—susurró.

—Claro. ¿Qué has pensado?

—No se lo digas delante de mí—dijo Jeffrey— Soy un viejo y no quiero saber los detalles.

—No te preocupes, Jeff. Se lo susurraré al oído cuando estemos solas.

—Si no sabe a lo que te refieres sin que se lo digas, no es nieta mía— comentó Jeff, con una sonrisa en los labios.

—En eso estoy de acuerdo. Las palabras sobran—afirmó Tobin.

Enamorada de la enemiga (Cinco Amigas 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora