ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

7.8K 861 238
                                    

Seguí sin entender el porqué estaba allí parado, tomándome del estómago y evitando vomitar en el suelo beige o en las paredes multicolor que adornaban el bar. Debía hacer un gran esfuerzo como para ver alrededor y no lanzar lo que había comido esta tarde.

-Entonces -empecé, casi gritando a través de la música pop que pasaban a todo volumen-. ¿Debo quedarme hasta que te aburras de bailar?

Seulgi me miró como si tuviera que repetirme obligatoriamente, toda la explicación que me había hecho horas antes en la escuela. Su musculosa y negra llena de lentejuelas la hacía parecer a una de esas barbies extrañas anteojos.

-Ya te lo he dicho! -gritó, para que la escuchara. La música era tan fuerte que mi garganta y mi pecho parecían retumbar-. ¡Si no vengo contigo, papá no me dejar venir!

Suspiré y me masajeé la sien, cerrando los ojos por unos segundos y tratando-sin éxito- de tranquilizarme. Seulgi era y fue una de mis mejores amigas desde siempre. Me ayudaba de niño y me ayuda en estos tiempos con consejos sobre chicas, basado en su experencia. Si. Como han leído. Sobre chicas. Ella es lesbiana.

-¡De acuerdo! -respondí, entrecerrando los ojos para poder verla bien. Las luces parpadeantes me estaban cegando por completo. En cuanto parpadeé pude verla correr hacia la pista de baile, en donde chicos y chicas se estaban toqueteando entre ellos.

Gruñí y me dirigí a la barra. Este lugar no era para nada cómodo.

Miré a la encargada y me sorprendí un poco. Era una chica parecida a una niña con pelo rosa (seguro teñido) y un ojo de cada color. Me rasqué la mejilla, disimulando mi sorpresa, y miré hacia un costado. Volví a mirarla rápidamente al notar a una pareja de chicos gays besándose a mi costado. Me tapé la boca, ahogando una arcada.

-¿Qué hace un homofóbico en este lugar? -me pregunto la chica pelirrosa. Yo me preguntaba lo mismo, hasta que recordé a Seulgi.

-Acompaño a una amiga -le respondí. Temblé un poco al escuchar a los gays hablándose entre sí con palabras bonitas. Miré a la chica, suplicante-. ¿Puedes darme algo para no vomitar?

-No tengo pastillas, solo tragos

-¡Un trago entonces!-pedí un poco rápido. Me arrepentí al poner desesperación en mi tono. Aunque, vamos. Necesitaba algo. No quería arruinarle la noche a Seulgi, y menos desmayarme en este tipo de lugar

Ella asintió, como si estuviera acostumbrada a tipos como yo, y preparó alguna especie de bebida colorida con hielo. La había puesto en un vaso largo, y los colores azules y rosas del líquido me hicieron entrar en duda.

Al terminar, me lo extendió diciendo algo que no entendí, y se fué a atender a otros clientes.

Bebí del sorbete y parpadeé al notar la sabrosa y dulce que era. Entonces, supe que era la noche de arrepentimiento, ya que también me arrepentía de haberla tomado rápido. Quería más. Y aún no estaba ebrio, al parecer.

-Es adictiva -me advirtió la chica, al preparar el segundo vaso para mí.

Me encongí de hombros y seguí tomando. ¡Era extremadamente delicioso! No es que me gustara el alcohol, la verdad. Pero eso era....como una mezcla entre jugo de frutillas y naranjas.

Ya estaba por el cuarto trago en cuanto un chico pelirrojo apareció al aldo de la chica, quejándose y gritando. Incluso lo comparé con una chica su voz parecía aguda y chillona en cuanto gritaba sobre lo que le molestaba.

-¡Me tocaron el trasero otra vez! -grito él. La chica asentía. De seguro estaba acostumbrado a sus rutinarios chillidos de chica loca y extraña-. ¡Ya no puedo soportarlo! ¡Esos tipos son unos asquerosos, Irene!

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besos [YoonSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora