Parte Unica

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Miró al hombre que estaba acostado junto a él en su cama. Sabía que estaba despierto, pero tenía los ojos cerrados; su semblante demostraba paz. Una paz que ninguno de los dos había sentido en mucho tiempo. Una paz que había anhelado todos esos años que habían estado separados.

La cabeza del adormilado Volkov se encontraba sobre su pecho, abrazándolo por la cintura. Conway le acariciaba el cabello y su otra mano recorría la espalda del ruso una y otra vez, tratando de memorizar cada centímetro de piel que antes solo había tenido el placer de observar a lo lejos.

Desde que las casualidades del universo los juntaron en aquél hospital, Jack no pudo dejar de pensar en su comisario. Porque a pesar de no ser el Superintendente, Viktor seguía siendo su comisario. Éste lo sabía, y así lo quería.

Un par de días después de ese encuentro, Volkov volvió a ofrecerle quedarse con él en su pequeño departamento. Esta vez, no se negó. Necesitaba ver al ruso más seguido, y no tenía miedo de negarlo, al menos para sus adentros; jamás lo diría en voz alta. Tampoco hacía falta, Viktor se sentía de igual forma.

No podían pasar juntos los días debido al trabajo, pero no les importaba, porque compartían las noches estrelladas en un cálido y cómodo silencio. Ninguno quería o sabía cómo expresar todo lo que sentían, por lo que las miradas y los pequeños gestos hablaban más que las palabras. Conway siempre preparaba el desayuno (a pesar de haber bromeado diciendo que nunca haría algo “tan cliché”) y Volkov siempre tenía la cena preparada para cuando el ahora agente del FBI volvía a casa.

Cenaban en silencio, contando tan solo cómo les había ido en el día y alguna anécdota graciosa. Compartían algunas risas y evitaban las lágrimas que se aprisionaban en el pecho de ambos, ignorando el dolor que sentían por guardar sus sentimientos por tanto tiempo.

Pero a la hora de dormir, las cosas eran distintas. Ambos hombres estaban destrozados, tanto física como mentalmente. Y este aspecto de sus vidas que tanto trataban de ocultar salía a la luz de la luna, con recuerdos hechos pesadillas. Conway despertaba entre lágrimas y sudor, ahogando sus gritos para que su compañero no lo escuche. Cosa que si sucedía, ya que Volkov nunca lograba conciliar el sueño. Tras tres años en coma, cada noche sentía terror de caer dormido y no volver a despertar.

¿Y qué mejor forma de combatir tus miedos que en brazos de la persona que más amas? La cura para las pesadillas de Jack era abrazar a su amado comisario, y la cura para el insomnio de Viktor era ser abrazado por su amado ex-jefe.

Y así se encontraban, uno en los brazos del otro, compartiendo un silencio que les llenaba de calma. Porque para Volkov y Conway, no hacían falta palabras para expresar lo que sentían.

【𝚂𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘】  volkwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora