One knife and some Blood

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Su cuerpo se estremeció ante el contacto gélido del filo de acero rozar contra la tersa piel de su abdomen y, no pudo evitar que un pequeño jadeo se escapara de sus hinchados labios por la caricia dada con aquella peligrosa arma blanca. La hoja del mismo daba un lento recorrido hacía arriba hasta colocarse en su yugular, para luego bajar hasta por debajo de su abdomen y finalmente repetir el mismo trayecto nuevamente en una velocidad moderada, siendo un recorrido usado con frecuencia durante extensos minutos donde el acero había dejado de sentirse frío como en el primer instante.

Gimió ronco cuando la punta del cuchillo se clavo con suavidad en la parte central de su estomago, a un lado del ombligo, lugar donde un cosquilleo intenso lo atacaba debido a la excitación y ansiedad que le provocaba saber que el mayor solo requería de aplicar una libra de presión para perforar su piel, un pinchazo que al‍ertase su sistema con un agudo dolor de donde nacerían gotas de aquel liquido escarlata de las que tantas veces habían estado cubiertos pertenecientes a ajenos pero, aún así, prendían sus mas oscuros deseos que, en este momento, podrían cumplirse con su propia sangre.

— J-joder... — Dijo entre suspiros, la lujuria apoderándose de sus pensamientos ansiosos por el cuchillo que ahora paseaba entre sus mejillas, paseando de un lado a otra.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, mostrándose en aquella respiración acelerada la adrenalina que recorría por completo su torrente sanguíneo y llevaba esa sensación de al‍erta hacía el resto del cuerpo, causando espasmos leves y que sus músculos se contraigan, instintivamente queriendo escapar y, conscientemente, anhelando mas de ese sentimiento.

Conway se atrevió a tomar entre sus dientes los labios del ruso bestialmente, recibiendo un jadeo de sorpresa que de todas maneras lo permitió continuar. Mientras, el cuchillo fue movido hacia los muslos del menor, replicando el movimiento arriba-abajo con parsimonia, con cuidado de no manchar las sabanas debajo de sus cuerpos, al menos, no por el momento. Incrustó sus dientes en los belfos maltratados de Volkov, comenzando a moverlos con el objetivo de romper aquella capa que dejaría correr el liquido de sabor metálico que deseaba, con el cinismo de un autentico vampiro, volver a degustar.

El ruso, estando silenciado por la boca de su superior devorando la suya y privado de todo movimiento con sus manos al encontrarse esposadas, elevo las caderas buscando que su creciente erección se encontrara con la del mayor, creando fricción entre ambos miembros palpitantes, rogando liberarse de las prendas inferiores que los apresaban. Jack no reprocho su accionar, por el contrario, una sonrisa se dibujo en sus labios por la aparente desesperación que parecía sentir el ruso.

— ¿Estas desesperado, muñeca? —. Se mofo Jack una vez sus labios se separaron, creando movimientos circulares en su muslo con la punta del cuchillo, amenazando con aumentar la presión del objeto contra su piel, creando un caos en el interior de Volkov.

— ¿Piensa cortarme o no? — Cuestiono brusco, frunciendo levemente el entrecejo demostrando de esa manera la molestia que le causaba los juegos de su superior.

El mayor lanzó una pequeña carcajada para luego volver a tomar con brutalidad los labios del ruso entre los suyos, complaciendo los deseos de su pareja presionado cada vez mas fuerte la punta del cuchillo contra el muslo derecho, arrancándole un gemido al comisario que fue ahogado en la boca de quien ahora cortaba su piel con lentitud, disfrutando de aquellos sonidos obscenos que sonaban como una canción prohibida que dejaba en evidencia su mas macabra fantasía sexual que, nunca logró concretar hasta que conoció al hombre que ahora se retorcía de placer debajo de su cuerpo, con la misma mente insana y el afán de complacerlo incluso en algo tan siniestro como dejarse herir gravemente para su placer.

Sin embargo, Volkov mentiría enormemente si dijera que no lo estaba disfrutando. Una gran mentira, porque, de alguna manera, el dolor que estaba experimentando le gustaba, una sensación de placer golpeaba en cada rincón de su cuerpo cada vez que el cuchillo se incrustaba en el para luego desplazarse hacia abajo, en una linea recta de la cual no tardo en sentir la cálida sangre caer por sus músculos.

Aquella, fue la primera cortada de muchas que le seguirían en el transcurso de la noche hasta el amanecer, donde, seguramente, Conway deba lidiar con un Volkov adolorido, dándole besos cariñosos por cada herida que iría curando.

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𝐊𝐍𝐈𝐅𝐄 𝐀𝐍𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 彡 𝗩𝗼𝗹𝗸𝗪𝗮𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora