Capítulo Único

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Evie, decidió lavar los platos. Las reuniones con la manada siempre eran demasiado "sucias" por así decirlo. Y era lógico, dar de comer a toda una manada de hombres lobos, y esperar que sean civilizados no era algo que se pudiera esperar.

A fin de cuentas, ella vivía en la recién reformada mansión Hale, algo que le sorprendió muchísimo, ya que los dos Hale le regalaron la mansión tras la muerte del Sheriff.

Ambos familiares sabían que la joven siempre había deseado tener su casa propia, una casa grande y espaciosa en la que dar fiestas y que este siempre llena de vida. A raíz de la triste perdida del Sheriff, los lobos decidieron ofrecerle la mansión. Algo a lo que la chica se negó en rotundo, pero que al final acabó ocurriendo.

Quien no podía resistirse al poder rehacer una mansión desde cero, amueblarla y diseñarla. Así pues, con el dinero de los Hale y los diseños de Evie, la mansión Hale, volvió a brillar con todo su esplendor.

Por fin el lugar volvía a tener calidez, se sentía por fin como un hogar, uno en el cual prácticamente vivían la manada entera.

Como de costumbre, después de cebarse, los lobos se marchaban al jardín donde jugaban a deportes o luchaban entre ellos. Las chicas, por contra, preferían adentrarse en el bosque y escaquearse entre los árboles para pasar un buen y agradable rato en la cabaña que había en el árbol.

Evie siempre llegaba algo más tarde, puesto que antes de relajarse, lavaba los platos y dejaba todo bien ordenado. Muchos se ofrecían a ayudarla, pero ella siempre se negaba, ya que el rato en el que lavaba y ordenaba la vajilla era su rato de tranquilidad.

Lejos de criaturas, problemas o simplemente de sus pensamientos.

Aquella tarde, por suerte o por desgracia, según se quiera ver. Fue diferente, mientras lavaba los utensilios de cocina, Peter entró en la cocina.

Ajena a ello, Evie seguía lavando y escuchando música tranquilamente cuando el lobo la abordo por la espalda, apretando contra ella su más que notable erección.

—Grrr... estaba todo muy rico, pero me he quedado con algo de hambre y tú hueles tan bien... —susurro el lobo con un tono de voz duro y sensual al oído de la joven, lo que hizo que un cosquilleo le recorriera todo el cuerpo.

—Peter, te he dicho miles de veces que no estoy preparada para ello, sabes que no funcionaria— sentenció la joven intentando zafarse del agarre del lobo.

—Yo creo que sí, mira que bien reacciona tu cuerpo, déjate llevar pequeña, disfruta, sabes que lo necesitas— decía el lobo mientras repartía besos y pequeños mordiscos por todo el cuello de la joven al tiempo que pasaba la mano por la erección de esta.

El cuerpo de Evie al principio reaccionó ante aquel abordaje como si de un peligro se tratara, pues sabía que a los lobos les era igual su físico, pero hacía tanto que nadie la tocaba, que sintió terror por un segundo. Terror por si Peter dejaba de acariciarla, pero tras notar las manos del mayor en su erección. La joven se dejó llevar por el suave toque del lobo, sus delicados besos y su más que evidente experiencia en el tema.

Peter había conseguido desabrochar los botones de la blusa y el sujetador con una mano, para así dejar los redondos y firmes pechos de la joven al descubierto. Procurando ofrecerles un delicado trato mientras los masajeaba y jugaba con los rosados pezones.

El lobo restregaba su erección entre la hendidura desnuda de Evie. El lobo le había arrancado, las braguitas negras, con el uso de una de sus garras, había roto la tela. Para acto seguido subir la falda de cuero con facilidad.  Evie gozaba ante el experto toque del mayor.

Todo queda en familia (Steterek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora