Cap 4: Lagrimas de dolor y una esperanza mágica

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Durante los dos días que siguieron en la preparación para el baile, todo el reino estuvo alborotado en un completo caos. Especialmente por parte de las mujeres. Ninguna de ellas perdió tiempo y fueron a asaltar a todos los talleres de costura del reino; yendo ya sea a caballo, a pie o en carruaje, todas y cada una de ellas empujándose para llegar primero que la otra, y se podría decir que incluso hubieron algunos que otros golpes y galones de cabellos.

En su boutiques, las pobres de Mai y Rebeca no lograron tener ni un minuto de descanso por todas las mujeres jóvenes y de mediana edad que no paraban de abarrotarse en su puerta pidiendo a gritos su pedido y queriendo ser la primera.

Para Duck y Tristan tampoco estuvo fácil. Al terminar de comprar sus vestidos, muchas de las chicas se dieron cuenta repentinamente de que no sabían bailar y fueron corriendo lo más rápido posible al estudio de baile de Duck para intentar aprender más o menos lo básico. Pero eso pudo haber sido incluso peor que el asalto a los talleres de costura. Todas querían aprender el curso de baile rápido y tanto Duck como Tristan hacían todo lo posible para tratar de enseñarles. Todas ellas se caían, se tropezaban o incluso terminaban cayendo uno encima de la otra, con Duck gritándoles correcciones y tratando de evitar cada pelea que se formaba cuando una chica tropezaba con otra.

Los cuatro amigos conjuntos solo podían sentirse mal por el pobre príncipe si le tocaba bailar con cualquiera de estas adolescentes locas y hormonales. Pero a pesar de eso, los cuatro junto con Joey también trataban de guardar tiempo para poder hacerle un traje a su amigo Yugi para que él también pudiera asistir al baile, y tal vez con la esperanza de que esa noche pueda cambiar su vida para mejor.

Y hablando de Yugi, digamos que el pequeño tampoco lo estaba pasando nada bien en estos momentos.

Sin creer que fuera posible, sus hermanastras se habían vuelto aun más mandonas y exigentes que antes, no le daban siquiera un descanso para respirar, solamente podía detenerse cuando se le permitía almorzar, pero incluso eso no duraba más que unos míseros diez minutos.

Justo ahora, Joey había entrado a la cocina y se sorprendió al ver a su amigo sentado en una silla con su cara y brazos descansando sobre la mesa. El rubio se rió un poco divertido, luego fue y se acercó a Yugi, acariciando su espalda con cariño como para consolarlo.

-¿Problemas, Yug?

-Ni te imaginas. Aunque lo creas imposible, mis dos "queridas hermanastras" se han vuelto como un millón de veces más exigentes. Esto es demasiado, ¡no paran jamás!

-¡Yugi!

-Te lo dije.

El pequeño se levantó de su asiento ante el llamado de las dos chicas, yendo directo a su habitación para atenderlas... otra vez. Pero sin que el decaído niño lo supiera, Joey en este momento tenía una sonrisa radiante en su rostro lleno de emoción por la sorpresa que le daría a su mejor amigo esta noche.

-No te preocupes, Yugi. Yo me aseguraré de que asistas a ese baile, eso tenlo por seguro.

Justo ahora Yugi se encontraba con sus dos hermanastras en la habitación de ellas, ocupado intentando ayudarlas a probarse los vestidos que usarían esta noche. En este momento se encontraba detrás de Vivian, intentando apretarle con fuerza su corsé.

-Más apretado.- lo ajustó. -Sigue... continua... hasta ahí.

Honestamente Yugi se preguntaba cómo ella podía llevar hablar con eso puesto, o si tan siquiera podía respirar.

-¡¿No estás emocionada por la fiesta de esta noche?!- Anzu chilló feliz.

-Por supuesto, y más porque el príncipe va a tener su atención puesta en mí.- Anzu se burló por lo que dijo Vivian.

Violeta CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora